MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Ana Campoy, autora de 'El paracaidista'

Autora de más de una decena de títulos de literatura infantil, la también periodista cultural debuta en la novela con una historia sobre la memoria y cómo la violencia se extiende a través de las generaciones

La escritora y periodista Ana Campoy, autora de la novela 'El paracaidista'.

La escritora y periodista Ana Campoy, autora de la novela 'El paracaidista'. / Amanda Khôl

Ana Campoy

Puede que el origen de El paracaidista (2024, Las afueras) fuera la intención de señalar una injusticia. El daño social se construye a base de pequeñas historias, y lo que ocurrió con la generación de los “niños asombrados”, ese grupo infancias marcadas por el año 36, pasa de lo individual a lo colectivo con solo abrir el zoom. Mis abuelos no pertenecían a ningún bando. Solo eran niños de la guerra. Él, nacido en Vallecas, jugaba cada mañana a contar los muertos del descampado mientras que ella soñaba en su pueblo de olivares con una tela para coser. Porque, en guerra, la única ilusión permitida era esa.

En el 39 la lucha acabó, pero no así la violencia. El futuro se transformó en una versión gris de lo que quiso ser y no pudo. Y el silencio rellenó el resto. De mi abuela solo hemos conocido lo que se atisba por el ojo de la cerradura, pues ella misma se encargó de cerrar la puerta. Y no fue después, hasta su muerte, cuando empecé a plantearme los motivos. Siempre creí que quiso mantenernos al margen, pero a veces pienso que se trataba de vergüenza. Pudor por no haberse hecho la valiente en un mundo en el que tenía todo en contra.

La educación nacionalcatólica tiñó el franquismo de negro. Puede que por eso en mi novela el origen esté en un tintorero. Cuando el germen de la historia brotó, no tenía ni idea de cómo comenzar a relatarla. Los pensamientos eran inconexos. Me asaltaban en los lugares más insospechados: estaciones, salas de espera, colas de supermercado… Al llegar a casa trasladaba todo a un cuaderno. Tuve que comprarlo cuando vi que el proyecto iba en serio.

Pronto, el tapiz fue creciendo: llegaron Aracne y su cuerda maldita, los campos de olivos, el coro griego acechante. El universo cobró sentido cuando me topé con el escenario; mi propio territorio inventado. Uno que partía del Jaén idílico que mi abuela abandonó para emigrar a Madrid. Aquel lugar fabulado se me reveló en forma de artículo: David Lopez Frías firmaba un reportaje en El español titulado El triángulo de los suicidas. Se centraba en tres poblaciones de la zona donde se hablaba de maldiciones y de gente que se quita la vida.

Obsesión

Aquello se convirtió en la pista necesaria para hilarlo todo. Los muertos, los mal enterrados, el silencio espeso que aplasta a los que pierden, la sombra cernida sobre todo por encima de las mujeres… Las páginas del cuaderno se fueron completando. Empleaba ratos muertos para prestarles atención, siempre entre proyecto y proyecto. Hasta que un día supe que la historia estaba lista y luchaba por salir.

Apenas recuerdo los tres meses que tardé en componer El paracaidista. Solo sé que el invierno fue duro, que en enero me empastaron dos muelas y que en esos días mi pareja tenía que avisarme para cenar. Sé que desatendí amistades y vi poco a la familia. Pero fue necesario. La visión de conjunto a veces exige aislarse del mundo exterior. La obsesión no es sana, pero es certera.

Ahora miro hacia atrás y no encuentro el origen del ovillo. Soy incapaz de recordar cada uno de esos días de escritura. Los siento como una nebulosa en la que me dediqué a indagar a ciegas y el resultado me parece rescatado de entre las sombras. Aún hoy me cuesta explicar de qué va mi historia. Pero me digo que tal vez es lógico. A veces, tres mil caracteres no bastan para explicarlo todo. A veces es necesario escribir una novela.

'El paracaidista'

Ana Campoy

Las afueras

208 páginas

16,95 euros