CRÍTICA

'Despertar a los muertos', de Scott Spencer: fantasmas del amor perdido

Esta novela habla de una pasión desmesurada que se desborda más allá del mundo de los vivos, cuando lo real y lo imaginario empiezan a ser la misma niebla exasperante

El escritor Scott Spencer, autor de 'Despertar a los muertos'.

El escritor Scott Spencer, autor de 'Despertar a los muertos'. / EPE

Sergi Sánchez

Los que descubrimos a Scott Spencer (Washington, 1945) con la espléndida Amor sin fin estamos de enhorabuena, porque Despertar a los muertos juega en la misma liga. Su desarrollo, más prolijo, puede despistar, porque da la impresión de que, en esta ocasión, Spencer saca a pasear al comentarista político que lleva dentro, pero, en definitiva, la novela también habla de una pasión desmesurada, que se desborda más allá del mundo de los vivos. 

Como en Amor sin fin, todo empieza con una catástrofe. Allí, un incendio provocado; aquí, un atentado terrorista que se cobra tres víctimas. La destrucción parece articular el mundo creativo de Spencer, o al menos el modo en que opera el amor en sus personajes. Aquí la catástrofe sirve para definir la separación de dos universos que nacieron para atraerse, a pesar de sus diferencias ideológicas.

Porque el paso de Fielding Pierce por Harvard fue «como el de un cuchillo caliente por la mantequilla», y, sin embargo, Sarah Williams, su novia, la que muere prematuramente, la activista política, se bebía la vida como si supiera que estaba en peligro. 

A Spencer le gusta empezar en alto, es un escritor de prosa intensa, inflamada. Puede que en Despertar a los muertos ocurran menos cosas de lo que parece, pero el lector saldrá de sus páginas abrumado por su músculo narrativo, que se nutre de una estructura extraordinariamente astuta para sostener el interés dramático de lo que cuenta.

Obsesión

Narrada en primera persona por Fielding, Spencer alterna el relato de su carrera como aspirante a congresista demócrata después de la muerte de Sarah con los recuerdos de su relación con ella, hasta que, en cierto modo, las dos líneas narrativas confluyen para volver a atrapar la atención del lector, no fuera que se hubiera despistado por el camino, con la reaparición de Sarah en la vida de Fielding, tal vez como espectro, o tal vez como la mujer que amó, porque no fue ella quien murió en el atentado.  

Si alguien espera, decíamos, una novela política, acabará decepcionado. Spencer no está interesado ni en la corrupción del sistema, ni en los principios que tiene que sacrificar un abogado de clase obrera para gustar a los poderosos, ni en el pragmatismo que se le presupone a alguien con las ambiciones necesarias para ser congresista. Todo eso está, pero siempre para definir el contraste entre Fielding y su objeto amoroso, que deviene una especie de némesis en lo político, en lo ideológico, en su compromiso social con el mundo, y que solo así parece deseable, solo así se transforma en obsesión sexual.

Como también ocurría en Amor sin fin, Despertar a los muertos es una novela sobre la locura, sobre ese estado mental en el que lo real y lo imaginario empiezan a ser el mismo lodo, la misma niebla exasperante, y todo lo ocupa la fantasía en la que soñamos. Puede que eso, esa omnipotencia del fantasma del amor perdido, desdibuje otros personajes que intentan abrirse camino en el corazón de Fielding, y a los que Spencer no presta demasiada atención (ahí está Juliet, la sustituta de Sarah, que se mueve como una imagen borrosa a su lado), pero es el peaje que hay que pagar para disfrutar de su estilo, que parece iluminado por un fuego enardecido, a la vez impaciente y poético.

'Despertar a los muertos'

Scott Spencer

Traducción de Ce Santiago

Muñeca Infinita

528 páginas

24,90 euros