Opinión | FE DE ERRORES
Poseducación e infodemia (2)
La memoria artificial de los aparatos sustituye a la memoria natural, que ya solo nos sirve para saber dónde localizar la información y recordar contraseñas

Un grupo de adolescentes, con sus móviles, en el primer día de este curso en Barcelona. / Ferran Nadeu
El pasado 12 de octubre Abril publicaba mi primera entrega sobre poseducación e infodemia, y cumple ahora rematar la faena. El error del que intento dar fe consiste ni más ni menos que en el daño que la viralidad invasiva de la digitalización denunciada por Byung-Chul Han en su libro Infocracia (Taurus) puede estar causando en los procesos educativos posmodernos.
Recordaba yo entonces un reciente panfleto de Neil Postman a favor de un “ateísmo tecnológico” que no viene más que a dar respuesta a la pregunta que Nicholas Carr se hacía ya en 2011: Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus). Le preocupaba, por ejemplo, la “disolución de la mente lineal”, que en algún momento identifica con la “mente racional” de la Ilustración. Igualmente, no se sentía feliz porque en la era de internet la lectura gutenberiana se viese desplazada por la de los textos que residen no ya en el papel, sino en archivos difundidos por la red a la velocidad de la luz. Y porque esto redujese drásticamente nuestra capacidad de atención. Incluso en las bibliotecas, la palabra impresa se ve relegada frente a la pantalla del ordenador o computadora, la tableta o, incluso, el teléfono inteligente. La linealidad del libro se rompe en pedazos y con ella fenece la “calmada atención” propia de su lector.
De esa ética de la lectura profunda, que invocaba también reiteradamente George Steiner, hemos pasado a asumir una cierta “mentalidad de malabarista”, pues la red es un hábitat que suscita la lectura somera, un pensamiento apresurado y disperso, superficial. Exagerando un tanto, Gary Small, catedrático de psiquiatría en la UCLA, hablaba ya de todos nosotros como “descerebrados consumidores de datos”. Nos hemos habituado a las multitareas, pero cada vez perdemos más la capacidad de pensar profunda y creativamente.
Nicholas Carr no era tampoco insensible a la conexión entre la nueva tecnología y la educación progresiva en lo que se refiere al destierro en el proceso formativo de la memorización, que en un principio era desdeñada por ser perjudicial para la imaginación, la autonomía y la creatividad del alumno y ahora es considerada simplemente un despilfarro de energía mental. La memoria artificial de los aparatos sustituye a nuestra memoria natural, que parece servirnos ya tan solo para saber dónde está localizable la información… y -añadiría por mi cuenta- para recordar las contraseñas o claves numéricas que nos permiten acceder a los dispositivos. Nuestro cerebro se va convirtiendo, así, en un virtuoso del olvido.
Tecnología del olvido
La Web es una tecnología de olvido. La magia de la era de la información nos permite saber menos, porque nos proporciona servidores cognitivos externos, que nos descargan de la engorrosa tarea de recordar. La memorización parece convertirse, por lo tanto, en un despilfarro de tiempo. Rememorando sin embargo lo que se está definitivamente perdiendo -por ejemplo, la mitología-, Carr confiesa en un momento de bajón apocalíptico que la diosa de la memoria y madre de las musas Mnemosine ha mutado en una máquina, y con ello ha decaído en su divinidad. Pero nosotros, asistiendo a ese despojo, estamos perdiendo nuestra humanidad. Una de las consecuencias, y no la menos destructiva, del Poshumanismo que engloba la Poseducación.
De ahí que, por ejemplo, el ensayista David Pastor Vico abogue ahora por la erradicación en los colegios y en los hogares de los dispositivos con conexión a internet para proteger los niños y adolescentes hasta los dieciséis años de su edad. Esta toma de posición contra la infodemia educativa está arraigando, más allá de ensayos y panfletos de autor, en la esfera pública a modo de campañas de concienciación y advertencia militante como la que en Francia cuajó en el informe “Enfants et écrans” remitido al presidente de la República el pasado abril por un distinguido grupo de profesores, escritores, artistas, empresarios, psiquiatras y filósofos del que se hicieron amplio eco Le Monde y otros medios. Se advertía así del grave error de la hiperconexión digital y sus consecuencias para la salud de las nuevas generaciones, para su desarrollo y para su futuro cabal, así como para el de la propia sociedad, “de notre civilisation, et peut-être même celui de notre humanité”.
Entre nosotros se ha producido ya, felizmente, la misma reacción mediante la campaña “Por una escuela OFF” (offm.org/educación) impulsada por Helena Galán, Isabel Parada y Diego Hidalgo, autor también de un ensayo en la línea de los de Postman y Carr: Anestesiados. La humanidad bajo el imperio de la tecnología (Catarata). Su manifiesto, suscrito inmediatamente por más de mil quinientos firmantes, incluye la exigencia de cinco demandas: garantizar que los manuales escolares estén siempre disponibles en papel, limitar el uso de pantallas en las aulas a situaciones excepcionales, asegurar el derecho a la desconexión digital del alumnado, familias y docentes, considerar lo digital un objeto y no un medio de estudio y ofrecer una alternativa sin pantallas en el proceso educativo.
La campaña se justifica además por la falta de definición de los objetivos perseguidos con el despliegue tecnológico en las aulas, por el riesgo cierto de distracción y desvío hacia usos recreativos que ya se ha detectado, el impacto negativo sobre la capacidad de concentración y escucha de los alumnos, la superioridad demostrada en los resultados de la lectura en papel, la estimulación del esfuerzo y la motivación en vez de la pasividad ante la pantalla, el coste, incluso, económico y medioambiental y, en definitiva, la relegación paulatina del profesorado. Ello daría paso inexorablemente a una educación deshumanizada, una verdadera poseducación, que iría renunciando a la interacción humana que desde la academia socrática ha posibilitado la más genuina transmisión del saber puro y del saber hacer de los maestros a sus discípulos.
- La discreta vida de Vargas Llosa en su refugio de Madrid
- El cuento íntegro de Mario Vargas Llosa sobre el desamor
- De Sol a Chamberí, un viaje al pasado del Metro madrileño: un libro recopila los secretos de las primeras estaciones
- Mario Vargas Llosa, una pasión rabiosamente literaria
- He venido a hablar de mi libro: Anna Grau, autora de 'En la boca del dragón
- Incinerados los restos de Mario Vargas Llosa en una ceremonia íntima y familiar
- Los libros recomendados por el suplemento ABRIL: Denis Johnson, Dorothy Gallagher y Torrey Peters
- El mito de La Dalia Negra, el crimen más célebre de Los Ángeles, sigue muy vivo casi 80 años después