CRÍTICA

'En la piel de los héroes', de Xosé Fortes: aquel tiempo interminable

El autor narra el intento interno de democratizar el Ejército al final del franquismo

Xosé Fortes, autor de 'En la piel de los héroes'.

Xosé Fortes, autor de 'En la piel de los héroes'. / José Luis Roca

Alfons Cervera

"Los recuerdos flotan por sí solos, sin sombras encima" (Las cuatro plumas, de Zoltan Korda, 1939).

Recuerdo aquel día de hace 22 años. Julio en Catoira, Pontevedra. Unas jornadas sobre el maquis en León y Galicia. Una vez más compartir un pedazo de su memoria inabarcable con Francisco Martínez López (Quico) y Manuel Zapico (Asturiano). Se fue Manolo ya hace años. Con Quico sigo dando vueltas por un pasado que este país se ha negado a sacar de lo oscuro hasta hace cuatro días. Y al que aún le cuesta desembozar los desagües podridos heredados de la dictadura.

En Catoira, días después, cuando ya andaba de vuelta a casa, las huellas vikingas en la Romería de las Torres del Oeste, a orillas del río Ulla. Aquellos días con Malisa Isorna y Gonzalo Bouza-Brey y ahora ya hace 20 años que Gonzalo se fue de golpe, pero nunca de los recuerdos más hermosos e imprescindibles.

Uno de aquellos días vinieron a verme Xosé Fortes (Caroi, 1934) y su hija Susana, siempre cerca cuando los sueños están a punto de convertirse en pesadillas, que andaban de vacaciones por su tierra. Fue cuando conocí a uno de los fundadores de la Unión Militar Democrática (UMD). El 28 de julio de 1975 fue detenido de madrugada en su casa de Pontevedra y casi un año después, el 8 de marzo de 1976, un consejo de guerra condenó a nueve militares demócratas –entre ellos al entonces capitán de infantería– a varios años de cárcel y a ser expulsados del Ejército por conspiración para la rebelión en las Fuerzas Armadas.

"Por primera vez en la vida sentí que me estaba haciendo mayor", escribe Fortes ahora, tantos años después de unos hechos que dejaron huella en el Ejército y en la sociedad del último franquismo y la transición política a la democracia. Dice lo de hacerse mayor en su libro En la piel de los héroes, título al que se añade un subtítulo elocuente: Una conspiración democrática en el ejército franquista. Dice más cosas, claro. Y todas para tenerlas en cuenta en un tiempo que, con más democracia que dictadura encima, sigue temiendo a la memoria. Lo afirma que la ley de amnistía de 1977 no contempló la exculpación total de los miembros de la UMD condenados a la expulsión del Ejército en 1976. Hubo que esperar al 30 de diciembre de 1986, ¡10 años!, para que pudieran reincorporarse a las Fuerzas Armadas "con todos los derechos, excepto los económicos con lo que la reparación volvía a ser incompleta".

Juntos en la decencia

Este septiembre se cumplieron 50 años de la fundación de la UMD. Una anomalía insoportable para una dictadura que se apoyaba desde siempre, entre otros mueblacos con la etiqueta de civiles, en un Ejército que nunca abjuró de sus raíces golpistas: pero "hay momentos en que uno se da cuenta de que no puede seguir mirando hacia otro lado sin perder la decencia". Y dos líneas después, citando a John le Carré: "A veces hay que meterse en la piel de un héroe para poder comportarse como un ser humano decente".

Y en esa decencia se juntaron, entre bastantes otros (aunque no para llenar el caballo de Troya), Julio Busquets, Luis Otero, Xosé Fortes, Restituto Valero, Tony García Márquez, Jesús Martín-Consuegra, Fernando Reinlein, Abel Ruiz Cillero, Manolo Lago y Fermín Ibarra. Los nueve detenidos el 28 de julio de 1975. El verano se anunciaba como una borrasca que llenaría de desasosiego las casas familiares de los conspiradores. Y la tranquilidad de los cuarteles.

Escribir es sacarle el polvo a los desmanes del olvido. Si no, para qué escribimos. ¿Para alimentar la escritura con halagos complacientes? ¿Borrar de lo que contamos el punto de conflicto que concede vida a la escritura? ¿Mirarnos el ombligo y construir una literatura encantada de haberse conocido ella misma y a quien la escribe? Para nada es eso En la piel de los héroes. Lo que encontramos aquí, que conmueve y enrabieta, es el relato de la lucha clandestina de unos militares para democratizar no solo el Ejército, sino los cimientos sociales de la dictadura.

La resistencia ya se había iniciado fuera del mundo castrense (y dentro, con los primeros objetores de conciencia como Pepe Beúnza), años atrás: "Contra lo que ha venido sosteniendo el franquismo residual, tanto militar como civil, la marcha hacia la democracia fue obra de la sociedad española". También habla Fortes del miedo. Y al nombrar a Rudyard Kipling y Nelson Mandela, me recuerda a Mario Benedetti, cuando dice que el miedo es también una forma de coraje. Eso sentían quienes habían apostado por el cambio profundo en los cuarteles.

Dos fechas claves para esa decisión arriesgada: el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile en 1973 y la Revolución lusa del 25 de abril de 1974, la inquietud provocada por la asonada del discípulo de Franco en el país andino y seguir las huellas de los capitanes mientras Zeca Afonso y su Grândola, Vila Morena sonaban hechos grito en la calle.

Pequeños detalles

No falta el recuento de días y noches que nos dejaron una huella difícil de olvidar. De los atentados de ETA en su tiempo más negro y el 23-F a ese vivir con "el corazón encogido" los cinco últimos asesinatos de la dictadura el 27 de septiembre de 1975, o el de Salvador Puig Antich, "un militante antifascista y libertario" que un año antes "volvió a subrayar la cara más siniestra de la dictadura".

Y si he de mencionar lo que más me ha impresionado, no han sido los grandes acontecimientos reseñados con minuciosidad entomológica, sino los pequeños detalles, ese día a día que reúne los abrazos entre los detenidos en los reencuentros o las despedidas, las visitas de sus familias, sobre todo de los niños que empezaban a entender que la infancia también podía ser una emboscada.

Y aquí el magnífico epílogo que con el título de Verano del 75 ha escrito el periodista Xabier Fortes para el libro de su padre. Los días del colegio, las visitas a la prisión con sus hermanos algunas veces impedidas por los militares, sus 9 años en que disputaba partidos de fútbol y quería parecerse a Johan Cruyff, la medalla que le concedieron por una victoria. "Mi padre seguía en prisión, mi madre se había desplazado a visitarlo y mi abuela no tenía ganas de ver a nadie. Nunca me sentí más huérfano que aquel día [...]. En los sucesivos traslados de casa, más de media docena, he perdido objetos de gran valor, pero sigo conservando aquella medalla del verano del 75 a modo de recuerdo y recompensa por todo lo que tuvimos que pasar en aquel tiempo interminable".

Siempre recordaré el día en que Fortes y su hija escritora vinieron a verme a Catoira. No lo he vuelto a ver. El libro que acabo de contarles es como el regreso a aquel encuentro tan lejano en el tiempo e inolvidable. Y cuando pienso en Fortes y sus compañeros, vuelvo a los versos de José Saramago que siempre llevo conmigo: "También un día, cuando esta mano se seque, / en la memoria de otra mano perdurará…".

'En la piel de los héroes'

Xosé Fortes

Tusquets 

220 páginas. 19 euros