ENTREVISTA

Ángela Vallvey, escritora: "Cuando los sueños se hacen realidad, el mundo es desquiciante"

Parapetada en su imagen siempre romántica, ha escrito un libro tan inclasificable como evocador y divertido: 'Cuentos para dormir más y mejor. Para adultos de todas las edades', un gran relato tejido de muchos cuentos en los que se cuelan arquetipos ancestrales y obsesiones contemporáneas

La escritora Ángela Vallvey.

La escritora Ángela Vallvey. / José Luis Roca

Está la escritora un poco de no, porque le han sobrevenido varias afecciones en tumulto. La peor, un covid persistente que le ha robado el sueño plácido que guardaba desde la infancia. Aunque no tan plácido a decir verdad, porque ya de niña se embozaba en las sábanas para protegerse del monstruo de los cuentos que no, no estaba en el armario, sino debajo de su misma cama. Qué pesado. Le acompañó hasta ayer mismo y es de suponer que su esposo y su hija lo han sufrido también en esas noches en las que el dormir cae en revoltijo.

Por todo esto, parapetada en su imagen siempre romántica, Ángela Vallvey (Valle de Alcudia, Ciudad Real, 1964; Premio Nadal 2002, filósofa, antropóloga y doctora en Derecho) ha escrito un libro tan inclasificable como evocador y divertido: Cuentos para dormir más y mejor. Para adultos de todas las edades. Un gran relato tejido de muchos cuentos en los que se cuelan arquetipos ancestrales y obsesiones contemporáneas, a lo largo de un viaje delirante que Aurelia (incauta protagonista, mujer de hoy) hace al país de los sueños.

Una fábula del siglo XXI donde se acompaña de seres fantásticos pero creíbles y hasta de un hambriento Agujero Negro. Cuentos para los que no dormimos, que somos ya legión, sociedad esta de insomnes irredentos sobre estimulados y paranoides. Y juro que funcionan. "Estaría justificado que fuese un libro soporífero, porque son cuentos para dormir", dice. Y en absoluto lo son (soporíferos), más bien roban el sueño o inducen a noches disparatadas. Dice también que su gran defecto literario es que nunca hace el mismo libro, y que sus editores le amonestan, porque desconcierta a los lectores.

P. Perdón, ¿defecto?

R. Sí, defecto, porque los lectores nunca saben lo que van a encontrar; aunque sea un defecto producto de la curiosidad y la exploración. Vivimos una sola vida y sería muy aburrido tener siempre el mismo discurso.

P. Y ¿qué tal?, ¿qué tal duerme?

R. Tengo un covid persistente que me ha robado el sueño plácido. Nunca había reparado en la dificultad que tanta gente tiene para dormir, y cuando se me reveló, con toda su crudeza, empecé a investigar: sueños guiados, sueños conscientes, la cualidad sanadora del sueño… Tomé el artefacto de los cuentos como elemento para introducirme en el sueño y el resultado es este libro.

P. ¿Qué siente cuando se va a su habitación consciente de que ¡tienes que dormir!? 

R. He conseguido superar la etapa de pánico trabajando la respiración y otros métodos que ayudan al cerebro a desconectarse: son remedios muy antiguos. El sueño es vida; es reparador y necesario. Y no soy partidaria de los somníferos: me parecen una sumisión química.

P. Uno de los hábitos cada vez más extendidos es dormirse en el sofá, como si en el armario de la alcoba nos esperara el monstruo del cuento. ¿Le sucede? 

R. Sí, de niña me imaginaba que en la habitación había un monstruo, pero debajo de la cama, y me tapaba para protegerme, y así conseguía un sueño fantástico. Y todavía conservo esa impresión, a mi tierna edad, así que en verano me asfixio. Yo creo que es un recuerdo ancestral de nuestros antepasados, porque cuando dormían se exponían a sus depredadores; es decir, taparse es una táctica de la especie para la supervivencia: la capa mágica.

P. ¿Son estos cuentos sus sueños o diría que son las pesadillas del inconsciente colectivo?

R. Las dos cosas. Fui enlazando arquetipos, que tienen que ver con los mitos y nos hacen humanos. El arquetipo nos da la pauta para la creatividad y la identificación de los rasgos que definen nuestra condición. Y a ello he añadido cosas personales; tópicos, que por algo siempre funcionan.

P. ¿Es la falta de atención lo que conduce al insomnio o viceversa?

R. Creíamos que la dificultad para centrar la atención era cosa de niños, pero ahora sabemos que también nos ocurre a los adultos; y sobre todo a las mujeres, porque nos han engañado diciendo que somos capaces de hacer varias cosas a la vez. O nos han engañado o yo no soy mujer, porque no puedo hacer ni dos cosas a la vez; si escucho música no estudio. Estamos tan sobreestimulados que hemos acostumbrado a la mente a estar dispersa, lo que además es peligrosísimo: todas las enfermedades neurológicas degenerativas comienzan con la incapacidad de concentrarse. Hay que desdeñar estímulos externos y aquí la literatura se convierte en un aliado primordial, porque sirve para esa gimnasia mental. 

P. ¿El cuento no es necesariamente un relato?

R. No, el cuento se asemeja a la poesía: pequeños destellos sin una estructura determinada que son valiosos por su propia naturaleza luminosa e impactante.

P. ¿Lo mejor que se puede hacer con los géneros es transgredirlos? ¿Pasa en literatura como en la humanidad, que cuanto más razas cruzamos más hábil hacemos al individuo?

R. Sí, y también los arquetipos están ahí para barajarlos y combinarlos: es así como surge la creatividad, la posibilidad de no quedarte en un patrón único. Este libro sí es una mezcla de géneros, son cuentos pero forman parte de un relato que tiene diversas consideraciones. 

P. Lo suyo surge de la poesía, culmen de la literatura. ¿La poesía es una actitud ante la vida?

R. En mi caso sí, la vivo al modo antiguo: como forma de vida. Los poetas pueden serlo en la vida aunque no escriban poesía. Y estudiando la historia de la literatura, encontramos lo contrario: grandes poetas que han creado su obra con regla y cartabón, que no han tenido una vida muy poética, pero han sabido comunicar emociones. La poesía es tan flexible y tolerante que parece quepa todo en ella, y para muchos es también una máscara. 

P. Un coro de animales y seres fantásticos y una pobre mujer cliché… ¿Serían estos cuentos una gran fábula del siglo XXI?

R. Podrían ser una fábula de nuestro tiempo, sobre esos tópicos sociales que nos condicionan, obsesiones contemporáneas que nos perturban, y que se introducen en los sueños. Creo que los sueños son un gran trastero de la imaginación y el subconsciente donde se pueden encontrar grandes tesoros.

P. La pasada noche, después de leer sus cuentos, tuve una pesadilla atroz y al despertar, tan vívida la llevaba, que supe dilucidar perfectamente de dónde y a dónde iba el sueño. Es decir: ¡¿su libro funciona?!

R. Los especialistas del sueño recomiendan llevar un diario de los sueños, apuntar pequeños rasgos o titulares. Yo lo hago aleatoriamente y a veces consigo liberar mi mente subconsciente de problemas vitales. El sueño es un reflejo de lo que te inquieta y te proporciona una lucidez única. 

P. ¿Alguna vez ha desarrollado esas pinceladas en un relato mayor?

R. Es muy inquietante hacer un libro en el que prime el mundo onírico, porque cuando los sueños se hacen realidad el mundo es desquiciante: precisas un orden para que se entiendan. Los sueños siempre han sido clarificadores y creativos. El mundo onírico es una tierra de nadie entre la realidad y la imaginación, y ese es su valor.

P. ¿Se lo pasa muy bien escribiendo este tipo de parodias?

R. Me lo paso bien siempre que escribo. Nunca he entendido a la gente que dice que sufre mucho escribiendo; bueno pues déjalo, que ya hay mucho escrito y tampoco es que vayas a salvar el mundo. Escribir es un acto de comunicación. A la gente le gusta más publicar que escribir, y a mí, al contrario: cuando publicas estás expuesto y escribir en cambio es un acto de completa libertad, y me lo paso muy bien con mi mismidad.

Cuando publicas estás expuesto y escribir, en cambio, es un acto de libertad, y me lo paso muy bien con mi mismidad

P. Se nota. ¿También su forma de ver la vida es mayormente paródica o solo es así cuando escribe?

R. Soy así, de hecho la gente dice que me soporta porque se ríe mucho conmigo. Es mi talante: se me caen las chorradas de la boca a cientos. Yo creo que mi cerebro va por un lado y mi conciencia por otro; no soy muy consciente de lo que digo.

P. ¿La figura del Duende sería la de un coach moderno o la de un psicoanalista lacaniano cabreado y sin mucho fundamento?

R. Podría ser una mezcla. Es también la figura mítica del genio de la lámpara dispuesto a satisfacer tus deseos; pero, claro, cuando le dices: quiero que mis sueños se hagan realidad, y no especificas si son tus sueños de vigilia o los que tienes al dormir, te encuentras en un lío.

P. Ejerzamos un poco: alude en varias ocasiones su personaje a "esas cosas horribles que ejecutan o sufren los niños" y a una infancia a la que no volvería. ¿Usted volvería a su infancia?

R. No sabría decirte. En cierta medida sí repetiría, pero no creo que me gustase volver a pasar por gran parte de lo vivido. La infancia es una etapa de la vida tan indefensa… no tienes recursos, eres impotente, pese a las leyes actuales que han empoderado a los niños de una manera antinatural. Pero al mismo tiempo es cuando más horizonte tienes: tu mente es un lienzo en blanco y puedes aprender cualquier cosa. 

P. ¿Tiene hijos que ejecutan o sufren "esas cosas horribles"?

R. Tengo una hija y como todos los padres siempre he intentado que fuera feliz. Pero soy una madre superprotectora, lo que es un error: la madre helicóptero. Y creo que esto le ha causado perjuicios, pero cuando te das cuenta de que el mundo es un lugar peligroso, lo que quieres es que tu hijo sobreviva. Entre los cero y los 25 años, los seres humanos estamos en constante peligro. Entonces estas madres cluecas y helicóptero tratamos de rodearlos de un cinturón de seguridad, hasta que ellos nos lo impiden: déjame en paz. Las nuevas tendencias pedagógicas dicen que hay que dejar de hacerles tanto caso a los niños.

P. Temas hondos se abordan en sus cuentos, como para robarnos el sueño. Por ejemplo: la IA predice un futuro previsible, ¿por eso urge volver a los clásicos, a la mitología, a la imaginación? 

R. Eso siempre urge: revisitar aquello que ha pasado la prueba del tiempo. Yo soy muy aficionada a los libros de viejo, lo descatalogado, y a periódicos y revistas antiguos, y ahí te das cuenta de la cantidad de escritores que sencillamente ni recordamos, de que el tiempo es una apisonadora. Y esto acaba con la vanidad de cualquiera, en medio del egocentrismo disparado y ridículo que vivimos. Esa prueba del tiempo es muy salvaje, pero también muy democrática: si Platón y Cervantes son importantes es por algo. No recomiendo entrar en pánico: la creatividad no ha muerto, pero se está utilizando tanto la inteligencia artificial para escribir que Amazon ha limitado a 15 la cantidad de libros que uno puede subir al día; libros que son un puro ejercicio binario de un algoritmo sobre la obra de autores ya publicados. 

P. ¿Nos están robando la saudade de futuro, cuando lo interesante de la vida es la falta de certezas, que además es lo que nos distingue del resto de creaturas?

R. Sí, porque el resto de especies no tienen el sentido de la mortalidad que a nosotros nos condiciona. Pero nos van a robar todo lo que puedan, incluido esto. Vivimos en sociedades cada vez más opresivas, y la imaginación y el pensamiento son el reducto que nos va quedando de intimidad y propiedad. Por eso es tan importante cultivar el intelecto. 

P. El abandono es asunto esencial en la vida: tememos dejar de ser amados. Pero ¿por qué sobresale tanto en su narrativa?

R. No sé, probablemente serán traumas o miedos míos. Me afecta mucho el abandono de animales domésticos, un drama contemporáneo que no valoramos en su dimensión porque somos seres poco refinados y sensibles. Y también, el abandono de las personas, que es la gran tragedia porque los humanos somos dependientes y que te abandonen significa el desprecio, la desatención, el desamor… Da origen a muchas historias. Todos los cuentos clásicos han decantado una serie de obsesiones populares, como ésta del marido que no regresa, que es un fantasma de la especie humana que está en la memoria colectiva desde que somos sapiens: el hombre que iba a por el mamut y no volvía.

P. Ángela, ¿somos nuestro tiempo, cada uno el suyo?

R. Somos gotas de tiempo en un océano infinito, y eso debiera darnos la medida de nuestra importancia, y sin embargo la mayoría tiene un gran concepto de sí mismo. 

P. ¿Volar sería el más viejo sueño del ser humano? 

R. Es un gran sueño. La mitología y la fantasía están llenas de seres humanos que vuelan. Y si hemos hecho una carrera aeronáutica es por nuestro deseo de volar. Igual que en un momento de la evolución nos levantamos sobre dos patas, ahora lo que queremos es volar, pero seguro que las alas ya no nos van a crecer, a no ser que lo consiga la ingeniería genética. No sería tan extraño.

P. ¿Y usted disfruta cuando vuela en sueños o le parece agotador?

R. Lo disfruto: me parece maravilloso.

'Cuentos para dormir más y mejor'

Ángela Vallvey

Arzalia Ediciones

368 páginas. 21,90 euros