Opinión | BOTÓN DE NÁCAR

Conversaciones entre libros

Menos mal que me pagan por leer porque así puedo leer mucho y continuar soñando con los libros que leeré cuando sea una lectora libre

El escritor Rubén Lardín, autor de 'Las ocasiones'

El escritor Rubén Lardín, autor de 'Las ocasiones' / EPE

Una gran cantidad de libros los leo por obligación, es decir, porque es mi trabajo, es decir, así es como me gano la vida. Si no tuviera que leer esos libros, dudo que encontrara tanto tiempo -tanto desgastarse mis ojos en la noche- para leer. A veces fantaseo con los libros que leería si pudiera elegir el 100% de mis lecturas. Exagero siempre, peco de optimista. Cargaría con ellos, sí, pero luego qué: la vida, los hijos, las películas, dormir, en fin, que menos mal que me pagan por leer y así puedo leer mucho y seguir soñando con los libros que leeré cuando sea una lectora libre. 

La semana pasada leí un libro estupendo: Las ocasiones, de Rubén Lardín (Editorial Fulgencio Pimentel). Si no hubiera tenido que hablar de él, no lo habría terminado: es algo que hago con algunos de mis libros favoritos, evitar que se acaben, me dejo una hoja, un parrafillo o lo que sea por leer. El caso es que este, libro favorito, lo terminé y menos mal porque acaba con una receta de pasta: dice Lardín que «la única manera de hacer útil un libro es incluirle un conjuro o una receta».

Hay muchas reflexiones sobre el ecosistema cultural, sobre escribir y hay cabreos más que justificados. Leo Las ocasiones después de haber visto Nuestro día, ¿la película más reciente de Hong Sang Soo? -no se sabe, hace varias al año-, que cuenta de manera paralela dos reuniones. En una hay un gato a la fuga, en la otra un poeta al que su médico le ha retirado el alcohol recibe la visita de un aspirante a actor mientras una joven le filma. Hay un momento en que el poeta dice algo así como que la vida sigue independientemente de las intenciones; Lardín escribe que "la vida sigue incluso después de los acontecimientos más singulares". 

Lardín se pregunta por qué escribe o para qué, y yo me respondo para qué leo. Nada más cerrar la antinovela de Lardín me tengo que poner con la "novela" de Richard Ford -que ha hecho otra gran novela americana-. Entro con disgusto, no por Ford, sino porque querría saborear más Las ocasiones. Leo que Ford disparó al libro de la reseñista que firmó una crítica regular de El periodista deportivo. Lardín cuenta una escena similar de una película. Leo para que esos libros y películas hablen entre sí a través de mí. Soy médium.