Opinión | OPINIÓN
Los peligros del algoritmo que aísla de la cultura
El espacio digital propio es una burbuja intelectual que aísla de la contradicción, cuando es ese ejercicio el interesante

Una joven, mirando la pantalla de un ordenador / EPE
La pasada semana, una alumna de periodismo me expresaba su amor por el algoritmo que había ido construyendo durante años. "Amo mi algoritmo", exclamó. La naturalidad y alegría con que manifestaba esa idea evidenciaban la seguridad que tenía a la hora de defender algo así.
Curiosamente, una parte de la clase, una minoría, pero importante, convino en estar de acuerdo. El resto, no. El motivo era que el algoritmo evitaba que tuviera contacto con cuestiones que le creaban desazón, angustia o malestar. El planteamiento es muy posmoderno.
No tener contacto con ideas que son contrarias a las de uno parece ayudar a la inexistencia de ellas. El espacio digital propio se convierte en una burbuja intelectual que les aísla de la contradicción, cuando es justamente ese ejercicio el interesante.
Expresé en clase mi estupor y respeto ante el planteamiento de la alumna, que resumía su opción en que así era más feliz. El tema es apasionante. Quién puede negarse a buscar la felicidad. Por ello, intenté cambiar el escenario. Mi propuesta iba dirigida a argumentar que existen pocas cosas que produzcan más felicidad y placer que adquirir nuevos conocimientos. Y ese es el espacio de los libros.
Puede ser a través de una historia de amor o de odio, de unos versos de traición o de confrontación, de un ensayo de Historia sobre crueles conflictos bélicos o sobre el avance de las sociedades en época de paz. Todo es conocimiento y no se puede renunciar a él.
Las características de nuestra contemporaneidad facilitan aislarnos de lo que nos parece de entrada tóxico. El mundo digital, con sus parámetros, lo pone fácil. Pero a la larga se convierte en un peligro. El saber mejora la percepción contra la manipulación. Ese campo debe ser trabajado desde el mundo universitario como una imperiosa necesidad. Y se hace, claro. Pero bueno es recordarlo y más a instancias de una futura profesional del mundo de la información.
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