REPORTAJE

Mi primera vez en la Feria del Libro de Madrid

Los papeles póstumos de Juan Marsé

Juan Marsé, en la memoria de su hija Berta

'Abril' reúne a varios escritores debutantes que acuden estos días a firmar al parque del Retiro

Ilustración de Pablo García

Ilustración de Pablo García / Pablo García

Carmela García Prieto

Carmela García Prieto

Después de varios años rompiendo papeles metafóricos porque escribes en tu MAC desde que te decidiste firmemente a escribir, has publicado un libro. Está teniendo muy buenas reseñas, parece que se vende bien y tus editores ya hablan de una segunda edición.

Bien porque ganaste ese premio, porque alguien te vio en las redes y decidió que había que ponerles solapas a tus ideas o porque el primo de tu mejor amigo trabajaba en esta editorial que ahora es tu hogar, el caso es que tu novela está en los escaparates y te han anunciado que, si quieres, puedes firmar en la Feria del Libro de Madrid.

Llamas a tus padres, a tus tíos, a los amigos que tienes en la capital y convocas, con toda la humildad y premura conjuntas que puede albergar un tuit, a todos tus seguidores. Llueva o haga cuarenta grados, lo suyo sería que fuesen a apoyarte.

En otros paseos por la Feria has conocido escritores que pasaban su hora de firma leyendo y no quieres ser uno de ellos. Tampoco esperas organizar un revuelo como cuando el mismísimo Gerónimo Stilton apareció en la Feria, pero al menos, quieres disfrutar del momento, conocer a algunos lectores, que tus editores estén orgullosos de ti.

Una de las escritoras que ha debutado firmando en el Retiro es Rosario Villajos. El viernes pasado, en la Librería Antonio Machado, los ejemplares de La Educación Física (Seix Barral, 2023) se abrían ante ella, algunos expectantes por leer el premio Biblioteca Breve de este año y otros felices de haberlo hecho ya. La de Madrid no es su primera Feria, pero ahora ha comprobado cómo, en el Retiro más mojado, flotaba la fidelidad de quienes la conocían como ilustradora y no pueden esperar a seguir conociéndola como novelista.

Luís Díaz es poeta pero, con una editora atrevida, eso ha cambiado. Los bloques naranjas (Caballo de Troya, 2023) es una pequeña perla de la Feria que algunos descubrieron el viernes. Superado con gusto este primer encuentro con los lectores, volverá a exponerse en la caseta de Altamarea ante quienes buscan historias diferentes, mejor contadas, contadas por primera vez, con menos lluvia, con el mismo ánimo y la misma calma.

Estás algo nerviosa porque, a falta de dos días, has visto que en tu caseta firmarán también dos veteranos de los libros y de las Ferias, y te preguntas si realmente el librero que ha accedido o puede que incluso haya buscado alegremente tu presencia, sabe lo que hace. Te preguntas si será mejor una firma rápida, una dedicatoria o un pequeño dibujo.

Ensayas en un papel frente al espejo, tratando de inclinarte lo justo para salir bien en las fotos que podrían hacerte. Tu madre, orgullosa, te ha regalado un bolígrafo de esos que vienen en cajas de madera, pero tú llevarás cinco Bic azules en el bolso porque sabes que algo tan trivial como la tinta es la base sobre la que se construye este intercambio de alegrías, vanidades e ilusiones que es tu idea de una firma de libros, y quieres tener a raudales. Así que almacenas toda tu confianza en esos bolígrafos mientras pones rumbo a Madrid.

Dedicatorias de comedia

Alfonso J. Ussía ha publicado El Puente de los Suicidas (Círculo de Tiza, 2023). En la librería La Fabulosa, debutó firmando esta novela con un éxito inesperado para él, pues los lectores madrileños parecían estar esperando esta historia. Si la inventiva de una novela es importante, él ha descubierto este fin de semana que nada atrae a más curiosos que entrelazarla con la crónica de lo que fue una realidad.

Greta García, como su libro, es divertida y es auténtica. Sabe que Solo quería bailar (Tránsito, 2023) ha sido un éxito porque ha tenido que hacer entrevistas, su libro sale en un montón de sitios y, de repente, todo el mundo aprecia el acento andalú con el que su protagonista se enfrenta a la vida. Tanto que su debut seguía el sábado en el espacio de firmas Madroño, sin respaldo de libros, pero sí de unos lectores ya prendados de sus dedicatorias de comedia.

No sabías que un parque podía ser tan largo, vas contando números, mirando libros, buscando el tuyo, esperando que no llueva todo lo que dicen que va a llover. Llegas con tiempo, aunque has pisado un charco y te mojas con las ramas al pasar por la trastienda de las casetas. Abres una puerta que no es la tuya, un librero te mira sorprendido y cierras.

Tu editor asoma unos metros más allá. Te sacude las gotas, te presenta al librero, que parece ser sincero cuando te da la bienvenida. Respiras. Sí has escrito un libro. Sí están allí, colocados ante ti, encima de otros libros, un montón de portadas relucientes que, en tu humilde opinión, dan ganas de comprar. Para tu sorpresa, han traído también cuatro o cinco ejemplares de aquel poemario que sacaste cuando te rompiste una pierna. En la foto del cartel, sin duda, tienes pinta de escritora. Tu nombre está bien escrito, la hora es la que marca el reloj. Oyes la caja registradora y el librero te da un ligero codazo. ¿Es para ti?, te escuchas preguntar.

Caótico pastel

Pese a no haber estado nunca en la Feria, en Alianza se ocuparon de que Xenia García estuviera cómoda, tranquila. Atenciones que alguien cuya primera novela es la definición de valentía, no necesita, pero agradece. Su familia, sus amigos, pero sobre todo lectores fascinados por la historia de Kudryavka, Perra de pelo rizado (2023, Alianza Editorial) hicieron que merecieran la pena tantas horas de investigación oscura, para llegar a una novela brillante.

Ha tenido que explicar su historia, ha tenido que compartir la caseta de la librería Molar con un señor aleatorio que huía de la lluvia, ha visto como los toldos duchaban a la gente y las varías maneras de proteger un libro. En general, Carlos Herrero, además de firmar sus Aristóteles (Blackie Books, 2023), ha conocido la entretenida idiosincrasia de la Feria del Libro de Madrid, donde los autores son la guinda de un pastel tan caótico a veces, como sorprendente siempre.

Ha sido un éxito, te dicen tus editores. Te lo aseguran también tus amigos, tus familiares, y todos los intrépidos que te mencionan en Instagram. La tranquilidad con la que el librero te despedía, te lo confirma. Has contestado algunas preguntas, has encajado muchos elogios, e incluso has tenido que exhibir una tímida y honestamente asustada sonrisa ante más de un “¿para cuándo el siguiente?”.

Sobre todo, has visto a la gente contenta. Gente que no solo le ha dedicado a tu novela diez u once horas de su tiempo, si no que puede —fantaseas— que haya venido específicamente ese día a esa específica caseta, cargando con un ejemplar para que tú y solo tú garabatearas sobre la segunda página su nombre y el tuyo. Porque eso les demostrará cuando lo vean que existes. Que eres una persona real y cercana, que también suda y se moja.

Germen de alegría

Lo que no crees que puedan llegar a saber, es el germen de alegría que han plantado en tu interior, la sensación de que ellos, tus lectores y lectoras también existen y son más reales que nada que hayas imaginado. Que allí, esperando su turno con paciencia, han hecho que cada hora exprimiendo tus recuerdos, buscando esa palabra y discutiendo con el corrector, valga la pena.

Alexandre Escrivá siempre quiso ser escritor. Dedicado a su trabajo musical en la Banda Municipal de Barcelona y a la docencia, será el próximo jueves cuando en la imponente caseta de La Casa del Libro, rodeado de amables uniformes, conozca al público que, por primera vez, acudirá atraído por el misterio de El último caso de William Parker (Alfaguara Negra, 2023) en vez de por su música.

Rocío Quillahuaman ya ha sobrevivido un Sant Jordi con Marrón (Blackie Books, 2022). Pero ahora tiene que conocer lo que es un último sábado de la Feria del Libro de Madrid, y lo hará entre los libros de su editorial. Ilustradora de profesión, feliz retratista de la ironía, confirmará que a sus seguidores les gusta cuando aprieta mucho para dibujar muy deprisa, con la sonrisa levantándole las gafas, para hacer único cada ejemplar de sus primeras memorias.

Cuando el de seguridad pasó por tu caseta, se paró a mirar un momento, no como para colocar unas vallas de plástico, pero lo suficiente como para darse cuenta de que allí estaba firmando alguien, tú, un escritor. Ahí está tu triunfo. Ahora quieres más.

En el AVE, proyectas todo tu agradecimiento a través de la pantalla del teléfono, yendo de una aplicación a otra y entrando a revisar si se ha publicado la pequeña entrevista que te hicieron cuando acabaste de firmar, aún apretando el bolígrafo. El oficio de escribir tiene sentido. La vida tiene sentido.

Estás enamorado de los árboles del Retiro, del polvo del suelo, de las bolsas de cartón, y de los 350 metros de metal llenos de libros en los que has pasado una de las horas que, sin duda, recordarás siempre. Al llegar, dejas el arsenal de libros que necesitaste comprar y dejándote llevar por la euforia, abres tu Mac y empiezas a teclear. Seguramente tardes más de un año en volver a publicar, pero la Feria del Libro de Madrid no va a moverse de aquí. ¿Te esperarán también tus lectores?

Claro hombre, aquí estaremos.