OBRÚSCULO

Natalia Ginzburg: Las voces de la calle

Semblanza de un genio demediado

Sin lugar para el lenguaje

'Las palabras de la noche', uno de los títulos menos conocidos de la autora italiana, suma claves para los fanáticos de su obra

La escritora Natalia Ginzburg

La escritora Natalia Ginzburg / EPE

Mariana Sández

Los lectores frenéticos a menudo nos vemos envueltos en episodios librescos de lo más pavos que sin embargo se nos graban de un modo indeleble. Sospecho que alguna hormona de la alegría segregada en esos eventos es la que nos acerca a otras personas con igual conducta ridícula y vamos creando comunidades.

Se me había dado por seguirle la pista a un libro de Natalia Ginzburg, Las palabras de la noche, que publicado en 1994 por editorial Pre-Textos aparecía sin stock en las librerías.  ¿Pero por qué seguía habiendo existencias en la página de la editorial? Consulté con los sellos que ahora se dividen la obra de la autora italiana en español: Lumen y Acantilado, quienes negaron tenerlo en un plan próximo.

Quizás no debería confesarlo, es irracional, pero me dio placer cuando unos días después constaté que en la web de Pre-Textos el libro había pasado a figurar como agotado. Eso me confirmaba, por un lado, el derecho a mencionarlo en mi columna de títulos descatalogados, y por otro –lo mejor de todo– me convertía en la dueña repentina del último ejemplar.

Las palabras de la noche (en italiano Le voci della sera) es el séptimo libro de ficción de Natalia Ginzburg y se asemeja por la brevedad a otras de sus producciones: Querido Miguel, Y esto fue lo que pasó, Sagitario. Pese a su estructura circular, se trata de una de sus novelas más desestructuradas o “informes” en parte porque no ocurren tanto acontecimientos como una marea de rumores alrededor de dos familias comunes con seres estrafalariamente normales. Hay una filigrana hecha de cotilleos, como un zumbido incesante que envuelve a todo pueblo.

Si bien la trama resulta por eso menos efectiva, nuevamente refleja la agudeza de la autora para mostrar a las personas en acto puro, sin analizar sus conductas o discursos, dejando que sea el lector quien saque conclusiones como un espectador más.

Publicada en 1961, justo después de Sagitario (1957), Las palabras de la noche comienza con un retrato burlesco de personajes femeninos muy similares a los de aquella nouvelle reeditada hace poco por Acantilado. En ambas aparece una madre súper imponente que solo monologa y cuya mayor frustración es no ver casada a su hija de 27 años, una reservada estudiante de Letras. La chica, quien narra la historia, presenta a su madre así:

Dijo mi madre: —Noto como un pipo en la garganta. Al tragar, me duele.

Dijo: —General, buenas tardes.

Mi madre dijo: —¡Qué pelo tan bonito, todavía, a esa edad!

Dijo: —¿Has visto cómo se ha puesto de feo el perro?

—Ahora noto en la garganta como un sabor a vinagre.

Sus temas preferidos

Esta caricatura lograda a partir de la repetición de los verbos de decir y una prosa teatral o performática nos hace pensar si la originalidad de Stephen Dixon fue antes la originalidad de Natalia Ginzburg. O en cualquier caso nos remite, como todos los buenos autores del siglo XX, a la irradiación de la influencia chejoviana. Aquí se retoma además uno de los temas preferidos de la escritora italiana: el amor unilateral y la felicidad porque sí.

—En estos meses —dijo—, he enterrado muchas de las cosas que pienso. Les he

cavado una pequeña fosa.

—¿En estos meses, en estos últimos meses, desde que te prometiste conmigo?

—Pues claro. Antes —dijo—, [cuando éramos amantes] te decía todo lo que se me pasaba por la cabeza. Ya no. Se me han quitado las ganas de contarte las cosas. Lo que voy pensando, me lo cuento un poco a mí mismo, y luego lo entierro. Luego, poco a poco, ni siquiera me contaré nada a mí mismo. Enterraré todo, cada vago pensamiento, de golpe, antes incluso de

que tenga forma.

—Pero eso —dije— quiere decir no ser feliz.

—Así es —dijo—, quiere decir no ser feliz en absoluto. Le ocurre a mucha gente.

—Entonces —dije—, ¿por qué somos novios?, ¿por qué nos casamos?

—Para ser como todos —dijo—, y para hacer lo que todos esperan que hagamos.

Pura cepa Ginzburg, entre el absurdo y lo existencial, expuesto con un cinismo agridulce que explota al máximo en su pieza de teatro Me casé por alegría.

Le voci della sera no parece estar descatalogada en italiano y quién sabe si Pre-Textos volverá a reeditarlo en nuestra lengua. Existe además una adaptación al cine, con el mismo título, realizada por el director español Salvador García Ruiz, estrenada en 2004.

Ojalá, dentro del trabajo de rescate presente que hay sobre la obra de la autora, volvamos a tener noticias pronto de esta novela.