MISCELÁNEA

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La autora explica el proceso de escritura de su última novela, 'Las voces de Adriana', que comenzó a raíz de la muerte de su madre en 2011

La escritora Elvira Navarro

La escritora Elvira Navarro / Albert Bertran

Elvira Navarro

Escribí Las voces de Adriana a raíz de la muerte de mi madre en 2011, que para mí significó una toma de conciencia de mi propia finitud. Que la muerte de mi madre sea el punto de partida no convierte a Las voces de Adriana en un libro autobiográfico, pero sí hace de esa vivencia el motor del texto, cuya razón de ser es mi propio pasmo ante la desaparición de universos enteros, como dice el tópico cuando alguien fallece.

Los lugares comunes son casi todos ciertos, pero no de una manera absoluta, sino circunstancial. Un texto literario a menudo se mueve entre lugares comunes de un modo paradójico, bordeando los clichés. Los problematiza, los vuelve a pensar sin miedo a descartar lo que no sirva para la historia que se está contando. Por ello, la literatura genera la impresión de devolverle a la experiencia su valor de descubrimiento.

Necesito que pasen bastantes años desde que me ocurre algo que me impulsa a escribir hasta que finalmente me pongo con ello, porque el tiempo da distancia, y la distancia me permite dar el salto a la ficción, donde me muevo con más comodidad. Me han preguntado a menudo si esta es una novela de duelo, y siempre digo que no.

Las novelas de duelo, tal y como yo las entiendo, son autobiográficas y están escritas al calor de la pérdida, sin que medie la distancia de la que hablo. En ellas se intenta atrapar eso que parece que todavía no se ha ido del todo, el cuerpo del difunto, su vibración antes de convertirse en recuerdo.

Así ocurre en libros de duelo célebres, como Desgracia impeorable de Peter Handke, Una pena en observación de C.S. Lewis o El año del pensamiento mágico de Joan Didion. En Las voces de Adriana, en cambio, ya no hay esa reverberación de los cuerpos recién fallecidos, sino solo su memoria, que es el tema del libro junto con la muerte.

Revelación

Lo escribí en tres momentos. Empecé por lo que hoy es el final, Las voces, tras haber visto Cría cuervos de Carlos Saura. De hecho, así se llamó inicialmente el texto. La película de Saura la protagoniza una niña que mantiene conversaciones con su madre muerta. Hay un momento en el que aparece esa niña de adulta interpretada por la misma actriz que hace de madre. Para mí fue una epifanía: me di cuenta de hasta qué punto los distintos miembros de un clan familiar se contienen los unos a los otros.

De aquella revelación, y en dos o tres sentadas, salieron Las voces, que es quizá lo más visceral que he escrito nunca. Durante mucho tiempo no supe qué hacer con ello, no lo podía publicar solo porque es demasiado corto, y además necesitaba un contexto. El lector no podía entrar ahí directamente.

Un verano, y de una manera también hipnótica, escribí la parte titulada La casa movida por los recuerdos de la casa de mi abuela, por la añoranza. Comprobé que ambos textos, La casa y Las voces, rimaban. La primera parte de la novela, El padre, tuvo una escritura distinta, más trabajada y consciente, y al juntarlo todo tuve claro que esos tres movimientos conformaban un libro.

'Las voces de Adriana'

Elvira Navarro

Random House

144 páginas

17,90 euros