REPORTAJE

Alfonso López, una vida consagrada al cómic

'Contrition' o el lugar donde esconder pedófilos bajo la alfombra

El dibujante de Lleida cierra con 'Una tarde con Himmler' una trilogía de humor que es a la vez memoria de la posguerra y homenaje a Bruguera y el 'TBO'

El dibujante de cómic Alfonso López

El dibujante de cómic Alfonso López / Gerogina Roig

"Dibujo desde que tengo recuerdos. Y por culpa de mi madre, que me dibujaba gallinas y conejos en las baldosas del suelo y yo los copiaba", asegura hoy, a sus 73 años, el catalán Alfonso López (Lleida, 1950), con una carrera a sus espaldas en la que además de bregado historietista y humorista gráfico ha ejercido, por amor al medio y como se verá bajo estas líneas, de "activista cultural" para "dignificar y divulgar el cómic". Una faceta esta menos conocida y de la que no hace gala el autor del reciente ‘Una tarde con Himmler’ (La Cúpula), una hilarante y desmadrada aventura en la Barcelona de 1940, durante la histórica visita del líder nazi a la ciudad, protagonizada por los hermanos Marx y las hermanas Haywort, que recuerdan irremediablemente a las Hermanas Gilda, creadas por Vázquez en la era dorada de Bruguera.  

Sin buscarlo, este cómic permite indagar en las querencias de Alfonso López. Las películas de los hermanos Marx, además de las del Oeste, eran las que le llevaba a ver su padre, que trabajaba en un hotel y tenía entradas gratis para el cine. De estos cómicos estadounidenses aprendió la técnica del gag. "Les estudié, entré en su personalidad y estructura mental y me pregunté ¿qué diría aquí Groucho? ¿y Chico? ¿Qué haría Harpo?", cuenta rodeado de cómics en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona.

"Todos somos hijos de las influencias culturales que recibimos y de nuestros maestros. En mi caso, de los cómics que he leído, pero también del cine y la literatura", explica, citando a directores como Billy Wilder, Ernst Lubitsch o los hermanos Coen, y reconociéndose deudor del "humor de Woody Allen y los Monty Python".  

"Fui hijo único de familia de clase trabajadora. Estaba muy mimado. Con 16 años vine a Barcelona buscando trabajo de dibujante, y mis padres, que siempre me habían comprado tebeos, no se opusieron". De hecho, en ‘Una tarde con Himmler’ culmina un homenaje a los personajes de Bruguera que leía de niño. Un tributo que ya empezó en ‘Estraperlo y tranvía' (2007), donde en la Barcelona de los 50 evocaba a La Familia Ulises (con ocho años, asegura, ya hizo una maqueta de la casa donde vivían aquellos personajes del 'TBO', que aún guarda); y continuó en ‘El solar’ (2016, Premi Junceda), donde una trama de espionaje envuelve en la Barcelona de 1947 a aquella ‘Petra criada para todo’ y a un Carpanta recién salido de un campo de concentración franquista.  

Homenaje a los tebeos

Con estos tres títulos ha realizado, "sin pretenderlo", una trilogía de homenaje a los antiguos tebeos y alrededor de la memoria histórica en la España de Franco. Bastante tiene que ver en ello el pasado familiar. "Un abuelo y varios tíos sufrieron los campos de concentración. Habían sido soldados en el Ejército de la República, pero no eran cargos políticos. En casa no se hablaba de la guerra, no querían recordar todo lo malo -relata-. Una abuela,un tío y mi madre adolescente cruzaron los Pirineos a pie en pleno invierno, ametrallados por los aviones fascistas. Mi madre era la única que me hablaba de ello. Luego lograron volver a Lleida. Allí, quien tenía algo de tierra o cuatro gallinas pasaba menos hambre que en Barcelona". 

"Hoy las tiradas son muy bajas y solo un 10% del mercado del cómic es español"

"Tras la etapa de Bruguera, en los 80 llegó la segunda época dorada del cómic, la de mi generación, con revistas que alcanzaron tiradas muy altas". Su carrera le llevó por un buen número de ellas, como ‘Oriflama’, ‘TBO’, ‘Mata Ratos’, ‘Grama’, ‘Patufet’, ‘Rambla’, ‘Cimoc’, ‘Cul de sac’, ‘Más Madera’ (que dirigió), ‘El Papus’ o ‘El Jueves’ (con series como 'Pepa', ‘Orgasmos cotidianos’, ‘Paco el Ministro’, ‘Acción directa’). "Ahora vivimos la tercera época: se ha ganado en calidad y se ha alcanzado un gran nivel con autores como Carlos Giménez, Paco Roca, Albert Monteys..., pero hoy las tiradas son muy bajas. Y solo un 10% del mercado del cómic es español. Hay mucho manga y superhéroes y muchos españoles trabajan en el mercado americano y el europeo, otros muchos hacen ilustración. Porque no todos pueden vivir del cómic", lamenta. Sin embargo, se alegra de las nuevas voces, muchas de autoras como las de la exposición del CCCB ‘Constelación Gráfica’, que "prueban que el medio ha dado un salto ¡menos mal!, que el panorama ha cambiado y es muy interesante. En mi época eran cuatro, Núria Pompeia, Marika Vila…". 

Comprometido siempre con el obrerismo y la izquierda, defendió la trinchera de la crítica social a la muerte de Franco, en 1975, impulsando la fundación de la revista de humor gráfico y periodístico ‘Butifarra!’, bajo el paraguas de la Federació d'Associacions de Veïns de Barcelona (FAVB). Coherente con sus ideas, junto con el guionista Pepe Gálvez, se embarcó en los cómics ‘Miguel Núñez. Mil vidas más', sobre el líder comunista y antifranquista (Premi Nacional de Còmic de la Generalitat de Catalunya 2011, con nueva edición en Desfiladero en 2021), y ‘8 Horas’, sobre el sindicalista Salvador Seguí, 'el Noi del Sucre', y la huelga de la Canadiense de 1919 (La Oveja Roja / Pagès Editors). 

Bicefalia

Reúne Alfonso López la bicefalia de prodigarse indistintamente tanto en el cómic como en el humor gráfico, que ha practicado en diarios como EL PERIÓDICO, 'Avui', ‘Diari de Barcelona’ o ‘Público’. "Debe ser cosa de la polivalencia de mi ser político y mi uso de la narración. Puedo tardar dos años en hacer un cómic, como este último, pero hacer una viñeta de humor al día es muy estresante. Sin embargo, echo de menos el chiste político, por la crítica de la actualidad. Aunque es muy difícil no repetirse. Porque los propios políticos son previsibles y repetitivos. Hoy, la clase política es penosa, sin distinción de edad ni sexo ni nacionalidad. Es de una mediocridad increíble -opina-. Piensas, ¿seré yo que me he hecho mayor y soy un viejo cascarrabias? No. Lo comentas y mucha gente opina lo mismo. Hice un chiste una vez, pero no lo entregué porque pensé que me despedirían: Puse: ‘Si han leído la viñeta del miércoles, pues hoy, lo mismo".  

"Es muy mediocre, está idiotizada. No recuerdo una sociedad tan imbécil como la actual"

También lanza el dardo sobre la sociedad de hoy. "Es muy mediocre, está idiotizada. No recuerdo una sociedad tan imbécil como la actual, entre whatsaps, redes, la televisión, sin ningún canal que aguante... Ves en un banco en la calle una fila de jóvenes de unos 18 años. Todos mirando su móvil con la cabeza gacha, orando al dios de la modernidad, en silencio, sin comunicarse entre ellos. Es la nueva religión. Se está perdiendo el sentido crítico, algo que hemos trabajado mucho desde el humor gráfico". 

El consejo de guerra

"Nunca me he autocensurado", asegura. En los 80 hizo un chiste sobre guardias civiles para ‘El Jueves’, que su entonces director, Gin, no osó publicar. "¡Pero sí me la pagó!". También topó con la Benemérita en una historia muy dura para ‘El Viejo Topo’, junto a Juanjo Sarto, que estuvo a punto de llevarlos a un consejo de guerra a finales de aquella década. "Por suerte, el comandante, que el primer día apareció borracho y hasta nos ofreció una copita, reconoció que aquello era un ‘embolado’ y nos dijo si estaríamos dispuestos a declararnos culpables a cambio de una pena menor. Nuestra abogada, Magda Oranich, nos dijo: ‘Ni se os ocurra haceros los héroes’. Y acabamos un par de meses en arresto domiciliario. A mí me tocó un poli bueno, que me dijo que si yo no le complicaba la vida, él no me la complicaría a mí. Y me llamaba por teléfono antes de venir a comprobar que estaba en casa".   

"En contra de lo que dicen algunos, de que el mundo del cómic está lleno de envidiosos, aún hay dibujantes que amamos lo que hacen otros"

Alfonso López, que también se ha acercado al género negro en cómics como ‘Llegará el invierno’ (2019, con guion de Gálvez), o ‘Máxima discreción’ (2011, con Andreu Martín), formó parte de la organización del Salón del Cómic de Barcelona en varias ediciones en los años 80 y de proyectos como el colectivo TantaTinta. "En contra de lo que dicen algunos, de que el mundo del cómic está lleno de envidiosos, aún hay dibujantes que amamos lo que hacen otros dibujantes y nos da pena que no se reconozca a fulanito o menganita. Ese es un trabajo que deberían hacer las instituciones", propugna. De ahí que asesore a entidades como la Biblioteca de Catalunya o el Museo Morera de Arte Contemporáneo de Lleida en temas de donaciones y adquisición de originales de dibujantes. Entre ellos, el fallecido Miguel Gallardo, Carlos Giménez, Beà o la veterana Trini Tinturé (flamante Gran Premio del Cómic Barcelona 2023). Él mismo es uno de los pioneros en llevar el cómic a los museos, a los que ha donado buena parte de su obra. 

El consejo de guerra

"Nunca me he autocensurado", asegura. En los 80 hizo un chiste sobre guardias civiles para ‘El Jueves’, que su entonces director, Gin, no osó publicar. "¡Pero sí me la pagó!". También topó con la Benemérita en una historia muy dura para ‘El Viejo Topo’, junto a Juanjo Sarto, que estuvo a punto de llevarlos a un consejo de guerra a finales de aquella década. "Por suerte, el comandante, que el primer día apareció borracho y hasta nos ofreció una copita, reconoció que aquello era un ‘embolado’ y nos dijo si estaríamos dispuestos a declararnos culpables a cambio de una pena menor. Nuestra abogada, Magda Oranich, nos dijo: ‘Ni se os ocurra haceros los héroes’. Y acabamos un par de meses en arresto domiciliario. A mí me tocó un poli bueno, que me dijo que si yo no le complicaba la vida, él no me la complicaría a mí. Y me llamaba por teléfono antes de venir a comprobar que estaba en casa".   

Alfonso López, que también se ha acercado al género negro en cómics como ‘Llegará el invierno’ (2019, con guion de Gálvez), o ‘Máxima discreción’ (2011, con Andreu Martín), formó parte de la organización del Salón del Cómic de Barcelona en varias ediciones en los años 80 y de proyectos como el colectivo TantaTinta. "En contra de lo que dicen algunos, de que el mundo del cómic está lleno de envidiosos, aún hay dibujantes que amamos lo que hacen otros dibujantes y nos da pena que no se reconozca a fulanito o menganita. Ese es un trabajo que deberían hacer las instituciones", propugna. De ahí que asesore a entidades como la Biblioteca de Catalunya o el Museo Morera de Arte Contemporáneo de Lleida en temas de donaciones y adquisición de originales de dibujantes. Entre ellos, el fallecido Miguel Gallardo, Carlos Giménez, Beà o la veterana Trini Tinturé (flamante Gran Premio del Cómic Barcelona 2023). Él mismo es uno de los pioneros en llevar el cómic a los museos, a los que ha donado buena parte de su obra.