REPORTAJE

El club de las malas madres

Las escritoras Laura Lippman, Claudia Piñeiro, Marie Ndiaye y Bonnie Jo Campbell hablan con 'Abril' de sus personajes femeninos y de cómo se enfrentan a decisiones argumentales relacionadas con la maternidad

Julia Roberts, en una escena de la película 'Erin Brockovich'

Julia Roberts, en una escena de la película 'Erin Brockovich' / EPE

Si hay algo que nunca se le perdona a una mujer es que sea una mala madre. Cuando Rachel Cusk publicó en 2001 Un trabajo para toda la vida (traducido por primera vez al castellano en 2023 por Libros del Asteroide) fue toda una revolución. En él hablaba del anhelo de libertad, de sus ganas de huir, de la sensación de vivir encerrada en una celda. La naturalización del concepto de mala madre en la literatura es algo reciente. Y sigue estando asociado a un terrible sentimiento de culpa. El pecado de no ser perfecta, de priorizar tu vida a la de aquellos que dependen de tus cuidados.

Citemos dos ejemplos recientes de la ficción literaria para ponernos en situación: Myriam, la protagonista de Canción dulce de Leila Slimani, una madre que por desear recuperar su vida profesional deja a sus hijos al cuidado de otra mujer que acaba asesinándolos. O a la narradora de Las madres no de Katixa Agirre, que deja cada día a su hijo en una guardería para poder escribir en las horas que todos entienden que debería estar dedicando a los cuidados. Sea cual sea la elección vital de las protagonistas, siempre parece equivocarse. 

Hemos consultado a cuatro escritoras que abordan estos temas para que nos hablen de sus personajes femeninos y cómo se enfrentan a decisiones argumentales relacionadas con la maternidad. Y cómo, además, lo hacen desde la ficción criminal.

Uno de los sellos de identidad de Laura Lippman (Atlanta, 1959) es la creación de personajes femeninos potentes y cargados de contradicciones. La dama del lago (Salamandra, 2023) está ambientada en los años sesenta y su protagonista, Maddie, “sí, es despiadadamente ambiciosa”. ¿Es incompatible la vida familiar con la laboral? “Es una pregunta delicada, ya que mi matrimonio terminó hace tres años y a veces me pregunto si las cosas habrían sido diferentes si hubiese podido encontrar la felicidad en un marco más tradicional. Pero, para mí, la maternidad es complementaria a mi vida de escritora. De hecho, disfruto del reto de seguir trabajando a un ritmo bastante constante mientras soy madre, algo que tantas mujeres me advirtieron que sería imposible. Pero, por supuesto, esto viene de un lugar de enorme privilegio, ya que también tengo los medios para pagar la ayuda que necesito.” 

Claudia Piñeiro en El tiempo de las moscas (Alfaguara, 2023) recupera a la protagonista de Tuya, una historia en la que Inés anteponía la urgencia de su día a día al cuidado de su hija adolescente. “Es incompatible, o de esfuerzo extremo, la vida profesional plena y la familiar al estilo que tradicionalmente nos hicieron creer que debíamos atender. Si las mujeres debemos ocuparnos y hacernos cargo solas o con poca ayuda de las tareas cotidianas de la vida familiar es muy probable que nos falte tiempo para desarrollar plenamente la carrera que elijamos. Creo que más que renunciar hay que evaluar la situación y buscar opciones de división de tareas compartidas.”

La responsabilidad de los cuidados

Sobre las mujeres, sobre las madres, recae la responsabilidad de los cuidados. Y rara vez se les perdona el error. De ahí la aparición en la ficción de las malas madres, seres imperfectos que muestran la dificultad de afrontar este papel. Las historias de Bonnie Jo Campbell (Michigan, 1962) están repletas de individuos que se equivocan. Desde la protagonista de Érase un río (Dirty Works, 2019) hasta los personajes de los relatos de Mujeres y otros animales (Dirty Works, 2023). “Sí, los seres humanos son imperfectos, las mujeres son seres humanos, las madres son mujeres y por lo tanto las madres son imperfectas. En la literatura nos alegramos de que la gente sea imperfecta. Si tienes una persona perfecta, tienes una religión. Si tienes un protagonista imperfecto, puedes tener literatura.” Incluso va más allá afirmando que “parece injusto que se espere que cada madre sea tan perfecta como la Virgen María, mientras que nunca se espera que los bebés sean tan perfectos como Jesús. Todas las madres deberían llevar un cartel o una camiseta. 'No soy la Virgen María. Acostúmbrate'.” 

Marie Ndiaye: "Siempre me incomoda cuando se asocia a mis personajes o mis historias a temas de sociedad"

Marie Ndiaye (Loiret, Francia, 1967), autora entre otras de Mía es la venganza (Gatopardo, 2021) y La chef (Gatopardo, 2022) rehúye la etiqueta de novela social y afirma que “siempre me incomoda cuando se asocia a mis personajes o mis historias a temas de sociedad. No escribo sobre el 'asunto' de las mujeres oprimidas por el patriarcado. Como ciudadana, puedo pensar sobre el patriarcado y militar contra él. Como escritora, no pienso en ello.”

La femme fatale

En los orígenes de la ficción criminal no había lugar para los personajes femeninos. El género era eminentemente urbano, y el radio de acción de las mujeres en aquellos años se restringía a las cuatro paredes del espacio doméstico. Las madres, las hijas o las esposas no tenían cabida. De estas restricciones sociales surgió el personaje de la femme fatale, un arquetipo que sí encajaba en este tipo de novelas, pero que condenado a las protagonistas a someterse a un cliché que tal vez debería revisarse, o incluso olvidarse.

Laura Lippman: "El concepto tradicional de maternidad es un arma de doble filo. Oprime a las mujeres"

Lippman afirma que “la mujer fatal solo existe dentro de la mirada masculina, o de la mirada femenina que acepta irreflexivamente ese marco. Con Piel quemada quería escribir sobre una mujer a la que le resulta extenuante que los hombres, las personas, se sientan atraídos por ella. La mujer fatal es una creación masculina, una justificación, una racionalización. Pero también es una oportunidad. Si los hombres creen que las mujeres pueden llevarles a la perdición, ¿por qué no aprovecharse de ese hecho?”. 

Campbell manifiesta que en sus historias las mujeres “hacen lo que pueden para salir adelante en una situación difícil” y en ocasiones recurren a “artimañas sexuales para conseguir sobrevivir. El sexo siempre ha sido algo que los poderosos pueden comprar a los menos poderosos y que pueden robar a los menos favorecidos. Y la sexualidad es algo que la gente menos poderosa puede necesitar cuando no tienen nada más para comerciar. Me gustaría pensar que nuestra sociedad ha hecho grandes progresos pero en Estados Unidos ni siquiera podemos, en 2023, aprobar la Enmienda de Igualdad de Derechos que otorga los mismos derechos a mujeres y hombres.” 

Construcción

Piñeiro es rotunda: “Habría que desterrar el concepto de femme fatale. El mundo está lleno de mujeres y hombres manipuladores, psicópatas, que llevan a otros de las narices, y creo que si ese es el caso habría que buscar denominaciones más cercanas a este concepto. La femme fatale supuestamente es una mujer tan atractiva que el pobre hombre se enamora perdidamente y cae en sus redes. Todo en esta construcción me parece antigua y perdida.”

Para Ndiaye, “las femmes fatales nos son muy interesantes como personajes, son la proyección de un fantasma o un miedo o de algo que se me escapa.” Y considera que “los grandes personajes, aquellos cuyo recuerdo permanece largo tiempo en nuestra memoria, son a menudo complejos, no necesariamente amables, llenos de sentimientos contradictorios. Cuando un personaje nos parece un prototipo, ello se debe quizá a que el autor no ha logrado dotarlo de la complejidad propia de cualquier ser humano.”

Claudia Piñeiro: "Si un hombre quisiera escribir sobre maternidades en conflicto también podría hacerlo, ¿por qué no?"

Que la ficción criminal haya representado de una forma tan sesgada a los personajes femeninos durante tanto tiempo hace que surja de manera inevitable la pregunta de si deben ser las escritoras quienes renueven el género y doten a estas protagonistas de la entidad y el carácter que se merecen. “Yo, que soy atea, creo en la ficción”, declara Piñeiro. “Y en la libertad para escribir del tema que quiera quien quiera. Creo que el tema de las maternidades en conflicto empezó a mostrarse a través de plumas de mujeres porque son los temas que nos convocan. Pero si un hombre quisiera escribir sobre estos temas también podría hacerlo, por qué no.” En la misma línea, Campbell afirma que “tanto los escritores como las escritoras deberían escribir de forma realista sobre hombres y mujeres.”

No obstante, Lippman considera que “la ficción puede ayudar a entender que gran parte de lo que pensamos sobre la maternidad es una invención. El concepto tradicional de maternidad es un arma de doble filo. Oprime a las mujeres. Las mantiene en su sitio mientras las hace sentir miserables por sus defectos como madres. Es esencial que las mujeres escriban estas historias.” Ndiaye afirma que le encanta que “las artistas mujeres muestren un tipo distinto de personajes femeninos, es algo que resulta muy aleccionador, tanto para los hombres como para las mujeres: se puede ser mujer y aun así estar atrapada en un sistema de representaciones muy estereotipado.”