CRÍTICA

Crítica de 'A doble ciego', de Víctor Sombra: el beso

El autor construye una novela negra sin disparos ni puñaladas pero que se mete hasta las cachas en el barro

El escritor Víctor Sombra

El escritor Víctor Sombra / EPE

Alfons Cervera

No sé si hay en nuestra literatura actual un escritor que construya a cada novela un mundo tan compacto, personal, rabiosamente político e ideológico como Víctor Sombra (Salamanca, 1969). Ya está dicho. Y ahora me meto en su última historia: A doble ciego. El libro, no en la cubierta, va con un subtítulo: Apuntes para un manual de la ignorancia. Conocer lo que sabemos. No enterarnos de lo que en realidad ignoramos. Andar de frente como si todo estuviera en nuestras manos y darnos cuenta de que cada paso es sin saber que lo es una emboscada: "Lo que vemos, lo que está en la superficie, permite que otras cosas pasen desapercibidas". Un grupo de jóvenes saben de nuevas tecnologías lo que no está escrito. Yo, ni papa. Tenía todos los números para abandonar la novela Pero enseguida la escritura se apodera de tu voluntad, ya en el primer párrafo: "Yo siempre me negaba a escribir, Dusa. Te decía que las palabras son mensajeras del miedo: excusas, rodeos, súplicas". Escribe Ben, la chica de pelo ensortijado, negra y a ratos marrón, una de las del grupo.

El grupo: Locke, Siri, Svein, Ben. Viven casi siempre en el infecto sótano del infecto bar de Alf. Hackean lo que les echen. Ahora participan en un concurso para elegir la mejor innovación escandinava. Una pasta. Presentan el proyecto. No ganan. Pero se les presenta un tipo misterioso y les propone un negocio: investigar sobre un medicamento que hace años curaba el colesterol y otras enfermedades. Aceptan. Contado así, podemos pensar que eso se escribe en un rato, se presenta al Planeta, lo gana y arreando. Pero esta es una obra maestra en que nada falta ni sobra. El riesgo a cada párrafo, a cada construcción de personajes, a cada vuelta de tuerca que es imagen de marca de esta novela extraordinaria.

A ver quién se atreve a jugar con Los Cuatro Fantásticos de la Marvel y con los Karamázov de Fiódor Dostoievski y salir vivo. La amistad que desemboca en las traiciones. Ese terrible crucigrama en que solo salen las palabras del enfrentamiento, la ruptura afectiva, los amores que son como recién salidos de un romanticismo que parece surgido de las novelas de antes. El mundo que se desmorona y lo que queda es su ruina moral, la seguridad de que los grandes sueños acabaron en la mierda, aun, pese a todo, la lucha de Ben y otra gente para que algo de esos sueños no se pudra entre los fiascos de la ambición y esa propensión a las traiciones.

Novela de géneros

Novela de géneros que se mezclan sin que se le note para nada un solo punto de sutura. Negra. De espías. Social. Hasta un suspense que me regresó a las sombras vienesas de Graham Greene y esa secuencia última que me llevó al final de Sombras acusadoras, película de Michael Anderson de 1958. No se priva Sombra de volver a sus novelas de antes, a sus personajes de antes, a sus historias de antes, esas historias que son las de un rabioso cruce de tiempos, unos tiempos que son otra cosa distinta a lo que aparentan, que solo enseñan lo que al poder le interesa mostrar.

Recuerdo en esa línea su novela anterior: La quimera del hombre tanque, el joven que se enfrenta a los militares en Tiananmén. O la que la precedía: Canje, en que se mezclan asuntos parecidos a los de A doble ciego y de la que recupera para esta ocasión a su campeón motociclista Michel Nouval, que cambió la moto por la placa de policía y acaba convertido en uno de los principales protagonistas de este libro, que es lo mejor de su autor.

"La escritura no es apilar cosas", escribe Ben en su cuaderno. Y tanto que no lo es en la que desde siempre lleva a cabo Víctor Sombra. Los medicamentos sí que se amontonan porque son la esencia del negocio farmacéutico. No importa lo que contengan. Precisamente, lo conocido como doble ciego consiste en tratar a los pacientes con el medicamento reglado y con placebo. "El verdadero ensayo de doble ciego es el mercado". En todo caso, se busca que la gente reciba la prescripción como una bendición. Y ahí el triunfo del negocio: "La tranquilidad moral y social incrementa los beneficios". Palabra mágica, beneficio, que en las novelas de este escritor se convierte en la hidra de las mil cabezas.

Elijan ustedes si se colocan al lado aventurero de Los Cuatro Fantásticos o en el de la compleja saga Karamázov. Sea cual sea su elección: leer A doble ciego es un buen negocio para quienes disfrutamos con esa escritura que no miente, que se mete hasta las cachas en el barro. Ah, y eso que no les he hablado del beso de la página 109. ¿El mejor narrado de la historia de la literatura?

'A doble ciego'

Víctor Sombra

Random House

280 páginas

18,90 euros