CRÍTICA

Crítica de 'El retrato de casada', de Maggie O'Farrell: retrato de un tigre enjaulado

Tal como hizo con el joven Shakespeare en ‘Hamnet’, la autora dibuja la vida de Lucrezia de Médici de forma brillante

La escritora Maggie O'Farrell

La escritora Maggie O'Farrell / Ricard Cugat

Francisco Millet Alcoba

La irlandesa Maggie O’Farrell ( Coleraine, 1972) ha repetido con El retrato de casada la exitosa fórmula de Hamnet. Toma una figura histórica poco conocida, Lucrezia de Medici, e imagina el mundo desde su perspectiva, la de una niña que como una pieza más del mundo de los Médici debe sacrificarse en matrimonio. No llegó a cumplir los 16 años: murió de "fiebres pútridas" (tuberculosis), pero se rumoreaba que fue envenenada por su marido, al no darle descendencia.

La autora no teme recrear una historia de laque ya se conoce su final, pues lo apuesta todo a la atracción magnética de su imaginación narrativa que, como demostró en Hamnet, tiene un poder irresistible. Es así que el libro no comienza con la boda ni con las negociaciones entre los Médici y los Ferarra para concertar el matrimonio. Elige el momento más dramático posible, aquel en el que la pareja, ya casada, se traslada a una fortaleza alejada de la corte y Lucrezia tiene la certeza de que su marido va a asesinarla.

Inmediatamente después, la trama da un salto atrás y nos lleva al momento de la gestación de la propia Lucrezia para ir relatándonos su infancia junto a su padre, el poderosos Cosme de Médici, y su madre, la española Leonor Álvarez de Toledo, hija del virrey de Nápoles. El resto alterna entre el pasado y el presente, para presentarnos la infancia y adolescencia de Lucrezia y sus últimos momentos junto su marido en la corte de Ferrara.

Seguimos así el hilo del relato para conocer que Lucrezia nació rebelde, una niña que no descansa, que es intratable. La madre, que sigue la estricta disciplina española, la destierra a las cocinas, entre doncellas y criados. A los 4 años no juega con muñecas ni participa en los entretenimientos de sus cuatro hermanos, pasa el tiempo corriendo como una salvaje. A los 15, sigue igual. 

Hay un episodio que es definitorio de su carácter. Su padre, que tiene en el sótano un recinto para fieras, manda capturar una tigresa como regalo. Cuando un día el progenitor lleva a ella y a sus hermanos a verla, Lucrezia queda hipnotizada por el animal; hay una comunión entre la niña y la fiera. Siente la tristeza, la soledad que emana la tigresa, el impacto de ser arrancada de su hogar, el horror de estar prisionera; solo ella comprende la desesperación de una criatura cuyos deseos han sido ignorados por todos.

Años después, ella es aquella tigresa. Por eso, cuando su padre concierta su matrimonio, ella intenta, sin éxito, convencerle de que no quiere desposarse con ese hombre. La protagonista ha heredado el matrimonio concertado para su hermana mayor, María, pero, al fallecer esta de una dolencia de pulmón, las familias deciden que Lucrecia se case con el futuro duque. Cuando esta se entera, el miedo la cubre.

El vínculo con sus padres siempre fue tenso. Se sentía menos querida que sus hermanos. En Ferrara también encuentra hostilidad, empezando por Leonello, el mejor amigo del duque, que la ve como una intrusa. Por momentos se transforma en un hombre cruel y despiadado. Y Lucrecia solo halla salida en la pintura. Ella es la gran esperanza de Ferrara, para eso está allí, para darle un heredero a Alfonso e impedir que los hijos de sus hermanas le quiten el ducado.

UNA NOVELA BRILLANTE

Se rumorea que es incapaz de fecundar. Cuando, pese a los intentos, no consigue engendrar un heredero sabe que será reemplazada. O’Farrell nos presenta a una Lucrezia brillante, rebelde y artística, pero cuyo destino es someterse pues su único significado es ser utilizada como un eslabón en las cadenas de poder de su padre y ser pieza de unión con otra familia que engrandezca su poder.

Otro elemento que hace brillante esta novela es esa recreación en segundo plano del Renacimiento. Sin estar en el protagonismo de la trama, impregna la historia gracias a un cuidadoso modelado de los escenarios y las imágenes predominantes de aquella época.

Hay cierto grado de deleite en los detalles, sobre todo en torno a la decoración, las comidas y los paisajes, pero siempre como escenario de fondo. La novela brilla con detalles históricos y una prosa elegante, atractiva, que cautiva y engancha. Su mérito deviene también de cómo O’Farrell logra un retrato convincente de un personaje histórico pero desconocido que, puesto en boca de William Shakespeare, fue "un juguete del destino".

'Retrato de casada'

Maggie O’Farrell

Traducción de Concha Cardeñoso

Libros del Asteroide

400 páginas

23,95 euros