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La necesidad de unos versos diarios

No tengo la facilidad, como José Agustín Goytisolo, de convertir en música las frases

El poeta José Agustín Goytisolo, fotografiado en una calle de Barcelona

El poeta José Agustín Goytisolo, fotografiado en una calle de Barcelona / Carlos Montañés

Varios correos y mensajes me recuerdan que esta semana ha sido el Día de la Poesía. Los días de algo son agobiantes. De entrada, dejo de hacer aquello que dicen se debe hacer. Pero no es fácil. Aparecen e-mails de amigos con versos torpes y rápidos, WhatsApps con palabras que pretenden emocionar junto a algún emoticono y contados poemarios para celebrar esa festividad que obligan a una relectura, aunque te propongas no caer en la tentación. 

La poesía siempre me conduce a la utilización, a veces excesiva, de las comas y los puntos en una frase. Esa idea me evoca a una serie de encuentros con café y ensoñación, junto a José Agustín Goytisolo. Al poeta le gustaba que le leyeran sus propios poemas. Lo hacía con amigos, conocidos y admiradores.

Daba igual el lugar. En un bar, en un parque, en su casa. Siempre acabábamos hablando de comas, de la imprescindible necesidad de utilizarlas. "No creas", me corregía. "Un texto bien escrito con la musicalidad suficiente ya genera unas pausas de las que no hace falta alertar".

Recuerdo el ejemplo práctico al que me sometió en uno de aquellos encuentros. "¡Lee!", me dijo. Era su poema Llega el litio. “Mucha tristeza nunca le humilló/ pero temía el hondo pozo oscuro/ que él envolvió en sus aguas cenagosas”.

Cierto. La propia lectura te conduce a la pausa correcta. “¡Lo ves!” Y el poema acababa: “Pero el litio llegó y está en su sangre/ y ahora es su compañero de por vida/ hasta la oscuridad o la luz total”.

Todavía me emociona leerlo. Me emociona recordarlo en aquel bar cerca de su casa, desde donde dicen que saltó por una ventana, para dejarnos a todos huérfanos de puntos y comas. Soy de comas y puntos. Puede que sea no tener la facilidad, como José Agustín, de convertir en música las frases.

En todo caso, sirva el recuerdo para, dos días más tarde, celebrar la poesía. Y seguro que el poeta vería exceso de comas en este texto.