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Greta García: junto al calor del acento andaluz

La riqueza de esta escritora novel no está sólo en su espontáneo trabajo lingüístico. Además, tiene un ritmo narrativo y de construcción de la historia que hicieron que 'ABRIL' se fijara en ella y la llevara a su portada

La escritora Greta García, autora de 'Solo quería bailar', fotografiada en Madrid

La escritora Greta García, autora de 'Solo quería bailar', fotografiada en Madrid / José Luis Roca

La llegada de la escritora Greta García a la portada de la semana pasada de ABRIL fue una alegría para el equipo que hace este suplemento de libros. Desde que iniciamos nuestra andadura hemos querido demostrar una apuesta decidida por autores que tengan una voz propia desde sus orígenes. Que fueran genuinos, personales, diferentes y de calidad.

Fue mi compañera Inés Martín Rodrigo quien, tras leer la novela, dio un salto de la silla y, de inmediato, alertó de que esta bailarina, payasa y artista se merecía una portada. ¿Su cualidad? Crear una musicalidad literaria conectada con las voces más populares del andaluz. Es una historia escrita en un andaluz hablado, pensado y bien construido.

No es la primera vez que la literatura se aproxima a estos límites lingüísticos. Ya Juan Ramón Jiménez reivindicó desde su legitimidad como premio Nobel los tonos marcados del andaluz, que se perdían en la neutralidad del español. Los dramaturgos Álvarez Quintero también profundizaron en esa línea, más sencilla al tratarse de diálogos, y el mismísimo Er Prinçipito de Saint- Exupéry encuentra una traducción al andaluz de Huan Porrah, libro del que, por cierto, estamos preparando un amplio reportaje en el que descubriremos las infinitas posibilidades de los lenguajes autóctonos.

Hay que ser muy esaborío (persona antipática), pronunciación utilizada por mi abuela, de Lucena (Córdoba), encontrada en la RAE como desaborío, y en la Enciclopedia Libre de Córdoba, con el citado esaborío, soso, sin gracia, para no vislumbrar a una autora diferente.

La riqueza de Greta García no está sólo en su espontáneo trabajo lingüístico. Además, tiene un ritmo narrativo y de construcción de la historia que hicieron que Martín Rodrigo se fijara en ella. Y es que nuestra labor de prescriptores nos conduce por ese camino. Así que, apúntense el nombre, y esperemos que la suya sea una carrera literaria larga y pródiga.