HE VENIDO A HABLAR DE MI LIBRO

Marta Carnicero: "Quise escribir el grito que tantas mujeres ya no pueden proferir"

Me lancé a escribir 'Matrioskas' impulsada por el deber moral que me brinda el altavoz de la escritura

La escritora Marta Carnicero Hernanz

La escritora Marta Carnicero Hernanz / EPE

Marta Carnicero Hernanz

¿Se puede escribir sobre cualquier cosa? Quizás sí si se trata de un artículo, de un cuento, un texto corto, pero escribir una novela es bien distinto. Hay que sentir un impulso irrefrenable, la certeza de que el tema va a valer su peso en horas y en desvelos. Me adhiero a la sentencia de Dorothy Parker "Odio escribir, pero me encanta haber escrito". Quizás pueda escribir de cualquier cosa, sí: pero no quiero.

Sentí ese impulso irrefrenable un sábado helado, en Barcelona, en la galería cinco de la prisión Modelo. La cárcel está vacía y ahora acoge exposiciones. Entre ropa tendida -emulando las calles de Sarajevo durante el sitio, cuando sus habitantes colgaban sábanas de lado a lado para confundir a los francotiradores- descubrí cifras a las que, como la mayoría, había dado la espalda. Los daños colaterales estorban. Aun siendo ingeniera -"Primero te ganas la vida y luego haces lo que quieras", había sido el veredicto- sigo perdiéndome en las cifras. La memoria me traiciona; las modifica, las olvida. Y sin embargo ahí estaban: 50.000 mujeres violadas en los Balcanes -millones, a lo largo y ancho del espacio y el tiempo- y la sensación de que, tras ese número que olvidaría, había vidas. Cincuenta mil mujeres con su herida. Una detrás de otra.

Había mucho más. Víctimas de esa práctica genocida -se mata a los hombres y se viola a las mujeres, a quienes insemina el vencedor para acabar con la estirpe-, a las mujeres se las obliga a parir el fruto del escarnio, como si el castigo de la humillación no fuese lo bastante. Miles de niños nacidos del rechazo descubren su origen, un buen día, en el patio del colegio.

RECONSTRUCCIÓN

Quise escribir un grito, el que tantas mujeres ya no pueden proferir. Consciente del trabajo de reconstrucción que exige el trauma, me parecía ilícito escarbar en la hendidura y me impuse hacerlo sin entrevistar a una sola superviviente. La escritura debe ser -y así lo entendí en mis tres novelas- un acto de empatía. Y, aun así, a propósito de ellas me han preguntado si lo que cuento lo había vivido, como si la autenticidad pudiera mejorarlas. En palabras de Jeanette Winterson, "De ninguna manera y por supuesto": construimos sobre el sustrato de lo que hemos conocido. No se puede hablar de angustia, felicidad o asco sin remitirse a lo vivido. Lo que acontece, sin embargo, es lo de menos.

"No se puede hablar de angustia, felicidad o asco sin remitirse a lo vivido. Lo que acontece, sin embargo, es lo de menos"

Busqué equilibrar el dolor con una segunda trama en apariencia más liviana, centrada en las luces y sombras de una adolescente que, desde el resentimiento, se enfrenta a su mundo. Sin haber yo conocido esa historia, habiendo sido hija y madre, la he vivido también. Para mi sorpresa se ha convertido en la mía sin quererlo, porque en ella he narrado acercamientos, a todas luces imposibles, que más tarde se han ido sucediendo, de puntillas, mientras mis Matrioskas se multiplicaban en la imprenta.

Quise escribir un grito; el que tantas mujeres ya no pueden proferir. Y a eso me lancé, impulsada por el deber moral que me brinda el altavoz de la escritura. No he venido a hablar de mi libro, sino de todas ellas.

'Matrioskas'

Marta Carnicero Hernanz

Acantilado

192 páginas

16 euros