CRÍTICA

Crítica de 'La decadencia y caída de Roma', de Edward J. Watts: los resortes del poder

En su última obra, el historiador estadounidense sintetiza un complejo asunto que aún genera debate

El historiador estadounidense Edward J. Watts

El historiador estadounidense Edward J. Watts / EPE

Quim Barnola

El Imperio romano no cayó por la promiscuidad y el nihilismo de sus ciudadanos, ni por la erupción del Vesubio, como apuntan algunas teorías. Edward J. Watts (Princeton, 1975), profesor de historia de la Universidad de California, desarrolla en La decadencia y caída de Roma la teoría de que los factores fundamentales fueron la retórica de la decadencia, la promesa de la renovación y la identificación de los inmigrantes como culpables de todos los males. Y estos tres ingredientes los vincula a la actualidad mediante las recetas que proclaman Donald Trump y Vox para conquistar el poder. Make America great again y Hacer España grande otra vez son dos ejemplos contemporáneos de cómo intentan repetir la fórmula.

Se trataba de lanzar un mensaje apocalíptico y cuando había hecho mella ahí estaba el aspirante a emperador para proponer la solución, con la preceptiva purga. Es lo que hizo Tiberio, que tiró de populismo para desgastar a César Augusto denunciando que los ricos terratenientes, con el beneplácito del emperador, falseaban documentos para lograr más hectáreas de terrenos públicos en detrimento de los ciudadanos libres que no podían tener acceso a tierras de cultivo.

Vaya, un tema de corrupción y de acceso a la vivienda de ahora. Cuenta Watts que los seguidores de Tiberio pintaban consignas en las murallas. O sea, que los Monty Python en La vida de Brian no iban desencaminados. Tiberio murió apaleado por los seguidores de su primo. Ni de la familia te podías fiar. Fíjense lo que le pasó a Constantino VI. Fue encarcelado y depuesto por su madre, la emperatriz Irene de Atenas, que lo dejó ciego y lo encarceló para el resto de su vida.

IMPUNIDAD

La impunidad de las venganzas estaba avalada por el Senado, que llegó a justificar los asesinatos y la violencia contra los adversarios con la formula "Senatus consultum ultimum". Un instrumento jurídico para atacar a los opositores. Lo que le pasó a Cicerón, que fue decapitado por Marco Antonio, quien colgó su cabeza y sus manos en la tribuna de oradores del foro como aviso.

César Augusto, a su vez, ante nuevos rumores de decadencia, acusó a Marco Antonio de querer trasladar la capital a Alejandría y regentarla con Cleopatra; consiguió así el apoyo del Ejército para instaurar un régimen de poder absoluto sacrificando las libertades políticas de la República. Montesquieu intentó comprender cómo la decadencia había inducido a los romanos a preferir la monarquía de Cesar Augusto a las libertades de la Republica. La conclusión fue que acogieron la autocracia como antídoto a la anarquía de la República.

Estamos ante un magnífico ensayo para conocer los resortes del poder

El profesor E. Gibbon analizó también la decadencia de Roma a lo largo de 4.000 páginas y varios tomos y concluyó que la barbarización de los ejércitos y la influencia del cristianismo fueron la causa principal del fin del Imperio.

Llama la atención la historia de Valeriano. Tras proclamar un edicto de persecución contra los cristianos, perdió la guerra contra el sah -lo hizo prisionero y lo humilló usándolo como escabel para subir a su caballo-. Su hijo Galieno asumió el mando desistiendo de perseguir a los cristianos. Como respuesta, el pueblo se cohesionó haciendo retroceder a los invasores. Y el caso de Constantino I, el que hizo de Constantinopla la segunda capital, que se convirtió al cristianismo y de forma casual ganó la guerra contra Majencio, que huyó de manera inexplicable. Todo reforzó la idea de que Roma prosperaba cuando el Imperio y los cristianos colaboraban y sufría cuando eran perseguidos.

OPERACIÓN PROPAGANDÍSTICA

A menudo se atribuye al cristiano Odoacro el fin del Imperio romano en el siglo V. Pero Watts nos revela que fue una operación propagandística de los romanos posteriores para convencer a sus paisanos de oriente para recuperar el poder y derrocar el régimen bárbaro. Otra vez la propaganda para generar un estado de opinión que justifique un cambio en el poder.

Faltaban aún mil años para que Carlos V, hijo de Juana la Loca, fuera nombrado emperador del sacro Imperio romano. En ese tiempo patrocinaba a Fernando de Magallanes en sus viajes alrededor del mundo, a Hernán Cortés en México y a Francisco Pizarro en Perú. Con todo el oro y la plata del Nuevo Mundo emprendió la guerra contra Francia y el sultán otomano Solimán, el Magnífico, erigiéndose como salvador de la cristiandad. Sin embargo, Martín Lutero le echo por tierra el sacro Imperio romano con sus 95 tesis y las críticas a la conducta del papado, lo que acabó con su abdicación y la división dinástica de los Habsburgo. El Imperio aguantó hasta 1806, cuando Francisco II fue derrotado por Napoleón Bonaparte.

En La decadencia y caída de Roma hallarán una síntesis en 300 páginas de este complejo asunto que ha levantado tantas controversias y que aún genera debate entre los expertos. Un magnífico ensayo para conocer los resortes del poder.

'La decadencia y caída de Roma'

Edward J. Watts

Traducción de Jesús Cuéllar

Galaxia Gutenberg

384 páginas

26 euros