ACONTECIMIENTO LITERARIO

El eslabón perdido para comprender a Louis-Ferdinand Céline

Finalmente se traduce al castellano y al catalán 'Guerra', el primero de los inéditos perdidos durante casi 80 años del controvertido autor francés

Louis-Ferdinand Céline.

Louis-Ferdinand Céline.

En un país tan sobrado de escritores malditos como es Francia, Louis-Ferdinand Céline (Courbevoie, 1894 -Meudon, 1961), el salvaje, el pornógrafo, el loco, el antisemita, el autor dedicado a fracturar la prosa, puntúa doble en esa categoría tan disputada. El suyo no es solo un asunto de rebelde actitud anti-social, de repulsa de los valores más convencionales, un ejemplo que tan bien supieron desarrollar epígonos como la Generación Beat y que prefigura el nihilismo punk, puro y retorcido aullido. Va mucho más allá.

Céline es peligroso. Hay en él un incómodo ying y yang. Cosas imperdonables en lo humano y a la vez, su reconocimiento universal como creador, el autor que abre la puerta a la modernidad del lenguaje despojándolo de los ornamentos que tanto y tan bien había cultivado durante siglos la literatura francesa. La dualidad es explosiva. Céline es el anti-Proust. Pero ambos, Proust y Céline, marcan las líneas maestras de la manera de hacer en el siglo XX.

Absolución lectora

Los pecados de colaboracionismo y especialmente de antisemitismo, que el autor desarrolló de una forma obsesiva y visceral y no por complacer a sus compañeros de viaje nazis, son de los que tienen hoy más difícil comprensión. Tras la guerra le valieron una condena a un año de cárcel –aunque él había huido– y ser declarado persona no grata por el Estado Francés que acabó amnistiándole en 1951 al no haberle encontrado pruebas de traición o de delito de sangre. Por esa razón, las instancias oficiales le negaron el pan y la sal. En el 2011 cuando se cumplían 50 años de su muerte, hubo un intento de reconocimiento estatal que se frustró tras haber sido anunciado, gracias a las protestas de la Asociación de familiares de judíos deportados en Francia. El ministro de Cultura de entonces, Frédéric Mitterrand, tras leer uno de los tres panfletos antisemitas que la casa Gallimard llegó a anunciar que publicaría en edición anotada –finalmente el proyecto quedó aplazado sine die-, dijo que no había la menor duda sobre la inmoralidad de aquellos textos. Eran abyectos.

Céline es un hombre que ya fue juzgado por la justicia y ahora de lo que se trata es de darnos cuenta de su grandeza como autor"

— Emilio Manzano, traductor de 'Guerra'

Pero lo que la historia oficial no se ha atrevido a absolver, finalmente han acabado haciéndolo los lectores. No se trata de perdonar al hombre sino al creador. La gran noticia literaria del año pasado en Francia, es sabido, fue el inicio de la publicación de los inéditos de Céline que han permanecido ocultos casi 80 años. El primero es Guerra, que llega a la edición española el próximo día 15 de marzo (Anagrama). La novela salió en Francia con una tirada de 80.000 ejemplares y ha llegado en pocos meses a los 250.000. “Esto es un reflejo –asegura Emilio Manzano, crítico y periodista cultural y ahora traductor de la obra en castellano- de la consideración que hoy se tiene en Francia de Céline. Lo que nos dice ese éxito es que él ya pagó. Es un hombre que fue juzgado por la justicia y ahora de lo que se trata es de darnos cuenta de su grandeza como autor”. 

Para unos es una obra maestra, mientras que para otros, apenas es un boceto, cuando no un fragmento desgajado de su obra maestra, ‘Viaje al fin de la noche’"

Paralelamente a su gran éxito en librerías, Guerra ha sido recibida por la crítica francesa con división de opiniones. Para unos es una obra maestra, mientras que para otros, apenas es un boceto, cuando no un fragmento desgajado de su obra maestra, Viaje al fin de la noche. Lo indiscutible es que está escrita en 1933, el momento de mayor excelencia creativa del autor, un año después del Viaje… y a tres de Muerte a crédito, otra obra mayor. En ambas, hay que recordarlo, no existe muestra alguna del posterior racismo del autor. “Podría decirse que esto es una futura obra maestra –apunta Manzano con cautela-. Una primera versión y a la vez un eslabón perdido, un episodio que falta en su narrativa autobiográfica. Pero a la vez nadie se va a sentir engañado, como ocurre a veces, cuando se publican los fondos de cajón de algunos escritores. Esta obra tiene entidad por sí misma, pese a que le faltan las primeras páginas. Incluso diría que puede ser una buena puerta de entrada al mundo de Céline”.

Louis-Ferdinand Céline, en los años en los que sirvió en la Primera Guerra Mundial.

Louis-Ferdinand Céline, en los años en los que sirvió en la Primera Guerra Mundial. / ARCHIVO

Lo que se cuenta en Guerra es el paso del autor (encarnado en su alter ego, Ferdinand Bardamu) por la Primera Guerra Mundial cuando fue herido en Ypres por el estallido de un obús y condecorado posteriormente como héroe, algo que ocupa unos cuantos fragmentos del Viaje… pero aquí es sustancial. A resultas de aquel episodio, Louis Destouches, el verdadero nombre de Céline, arrastraría toda su vida un dolor de cabeza permanente y un Ménière, afección del oído interno que le supuso agudos zumbidos continuados, azuzando quizá su ya frágil equilibrio emocional.  

Culebrón literario

Guerra culmina también un culebrón literario que tuvo a los franceses muy entretenidos durante meses. Hay que ser francés para entretenerse con culebrones literarios. La novela es el primer manuscrito surgido de la montaña de papeles, más de 5.000 folios, que el autor echó en falta al regresar a Francia en 1951, tras haber huido a Alemania y más tarde a Dinamarca, y encontrar su apartamento de la rue Girardon expoliado. Durante mucho tiempo, el colérico escritor echó la culpa de la desaparición a un vecino corso, pero también tiró sus dardos contra Yvon Morandat, un resistente de izquierdas amigo del general De Gaulle. El autor murió sin que se hiciera público el destino de estos papeles, entre los que también se contaban otras dos novelas, el manuscrito de Londres, otra novela más extensa y cronológicamente posterior a Guerra, que también se ha publicado recientemente en Francia aunque no haya gozado de tan buena recepción, y La voluntad del rey Krogol, todavía inédita en francés, una obra que el autor cita en Muerte a crédito

Fue en el 2021 cuando un antiguo periodista del diario Liberation, Jean-Pierre Thibaudaut, reveló que hacía 15 años que tenía en su poder una caja con los manuscritos perdidos de Céline. Se los ha habían hecho llegar –esto se reveló más tarde- los descendientes de uno de los sospechosos, Morandat, que lejos de haberlos tirado a la basura como aseguraba Céline, le hicieron prometer que nos los haría públicos hasta que falleciera la viuda del autor, Lucette Destouches. Pero poco podían imaginar que aunque fuese 20 años más joven que Céline, quien murió relativamente temprano, la viuda se tomaría con parsimonia matusalénica abandonar este mundo. Lo hizo cumplidos los 107 años. Mientras tanto, Thibaudat, guardián de la llama y del secreto, mimó el legado con amor, transcribiendo los libros y respetando escrupulosamente las indicaciones de Morandat, que pese a admirar al escritor, al que llegó incluso a proponer la devolución de los textos, seguía despreciando al hombre y no deseaba que la viuda se enriqueciera con ello.

Louis-Ferdinand Céline, en 1954.

Louis-Ferdinand Céline, en 1954. /

Un asunto económico

La respuesta comercial confirma el hecho de que más allá de su valor literario estos inéditos suponen un importante negocio, y es por eso que los herederos del autor, su abogado y la mejor amiga de su esposa, embarcaron al periodista en una querella judicial de la que todavía no se ha liberado totalmente. No se sentía, aseguraba, propietario, pero sí disfrutó con pasión de la misión que se impuso y con la que no se embolsó, al parecer, un solo euro. Thibaudat llegó incluso a escribir un libro, Louis-Ferdinand Céline, le trésor retrouvé, contando aquellas noches febriles en las que transcribía aquellos textos que Céline dejó ordenados con pinzas de la ropa, cuyos beneficios fueron a parar luego a una Asociación de Menores no Acompañados, lo que no deja de ser un desenlace irónico para el destino de una obra vinculada a un racista. Tristemente, Gallimard desestimó el trabajo del periodista.

Como un niño enrrabietado, Céline es incapaz de articular un discurso bien construido pero a la vez la rabia no le impide expresar con fuerza lo que siente"

Desentrañar las claves internas de la prosa de Céline no es nada fácil. Tanto para un transcriptor como para un traductor. Por un lado, porque siempre utilizó no poco argot, una variante lingüística que envejece con mucha rapidez y por otro, porque el hombre era muy aficionado a inventar vocabulario o de dotar de otros sentidos a palabras ya conocidas. Si escribe ‘delantal’ es muy probable, por ejemplo, que esté hablando del sexo femenino, y si menciona que el cura ‘reluce’ quiere decir que el buen hombre está teniendo un orgasmo. “En Céline todo es una desviación del francés literario, no hay nada que diga de una manera equiparable a un registro convencional porque se vale de todos los desórdenes sintácticos, gramaticales, fonéticos, ortográficos para intentar reproducir lo que es irreproducible”. Así explica Manzano las 'trampas' internas del escritor, en las que hay que reproducir un estilo entre airado y dolido y a veces tierno. Para explicar el estilo de Céline, el traductor acude a una teoría personal: la de la pataleta. “Yo lo visualizo como un niño enrabietado. Grita y es incapaz de articular un discurso bien construido, pero a la vez la rabia no le impide expresar con fuerza lo que siente. Lo que consigue es una música única, y para entenderlo tienes o que bajar el volumen o alejarte un poco”.