PERFIL

El Príncipe y Daniel

La vida de Daniel Vázquez Sallés (Barcelona, 1966) no ha sido sencilla, aunque algunos la sospechen llena de privilegios

El escritor Daniel Vázquez Sallés.

El escritor Daniel Vázquez Sallés. / ÀNGEL GARCÍA

Pau Arenós

La vida de Daniel Vázquez Sallés (Barcelona, 1966) no ha sido sencilla, aunque algunos la sospechen llena de privilegios. Dos muertes tempranas han dejado cicatrices en el corazón: la de su padre, Manuel Vázquez Montalbán, con 64 años, y la de su segundo hijo, Marc Vázquez Rodríguez, el Príncipe, a los 10. Sobrevivir al padre es lo corriente y comprensible, aunque la marcha a deshora fue devastadora; sobrevivir a un hijo es inaceptable.

En el libro El Príncipe y la muerte (Folch & Folch), en el que explica la corta e intensa vida de Marc, declara que Manolo y el Príncipe han sido las influencias más grandes. Una idea extraña porque, al leerla, se parte de un prejuicio: ¿cómo puede ser comparable el influjo de uno de los escritores más brillantes del siglo XX con el de una criatura afectada por dos enfermedades raras y cuyo dominio del lenguaje fue tan tardío como explosivo? Pasar las páginas es comprender que la luz no siempre brilla por el lado probable.

Es una idea que ya me contó durante el invierno del 2022, en una de las regulares llamadas a la isla griega de Koufonisia, a donde se había retirado para poder escribir este libro doloroso y sonriente –la sonrisa del náufrago rescatado, náufrago ya para siempre, aunque nunca regrese al mar.

Pocas horas antes de comenzar a redactar el breve perfil, me telefoneó, esas coincidencias: “No volví de la isla con respuestas, pero sí preparado para las preguntas”. Regresó de Koufonisia con una terapia, este libro, que puede servir a muchos, no solo para encarar un duelo sino para celebrar el amor, sí, el amor, el amor sin condiciones: “Reivindico a un amante de la vida”, al hijo de Céline, la madre leona. Cuando alguien le preguntaba cómo estaba, el Príncipe respondía: “Estoy vivo”. Porque Marc había muerto antes, porque Dani lo tuvo muerto en sus brazos y supo hacerlo retornar.

GRITOS

Dani ha aprendido a convivir con Marc; lo añora cada día, cada minuto, pero sabe contener esas lágrimas que lo cegaban. Durante dos meses perdió la voz. Gritó, gritó tanto que dejó de oírse.

Sostengo que Dani siempre quiso ser escritor pero se sentía un pigmeo al lado del gigante: fue el propio Manolo el que lo empujó, el primero que supo ver el talento. Porque antes escribió guiones, tuvo una productora, dirigió cortos (en los que mató a algunos de sus amigos), se distrajo eludiendo la responsabilidad hasta que en el 2003, el mismo año que el corazón de Manolo se paró en Bangkok, publicó su debut noir con Flores negras para Michael Roddick, que incluso dio para una película que aloja Netflix.

Lo peor de ser hijo de no es cómo te ves tú, sino cómo te ven los malasombra, con desconfianza y recelo, laminando méritos, desarbolando confianzas. Daniel no ha dejado de ser hijo de porque tampoco dejará de ser el padre de pero es, sobre todo, y así lo deseamos, Dani, dueño de un futuro con menos complicaciones; y aunque el dolor nunca marche, al menos, que amaine.

Viva el Príncipe. Brindemos por el Príncipe con agua con gas y comamos gominolas.

'El Príncipe y la muerte'

Daniel Vázquez Sallés

Folch & Folch

312 páginas

22 euros