ENTREVISTA

Edurne Portela: "Para mí, escribir es un compromiso político"

En su nueva novela, 'Maddi y las fronteras', que se publica el 1 de marzo, la escritora rescata la voz de María Josefa Sansberro, una mujer fascinante que murió deportada en el campo de concentración de Sachsenhausen

La escritora Edurne Portela, fotografiada poco después de la entrevista en una cafetería del centro de Madrid

La escritora Edurne Portela, fotografiada poco después de la entrevista en una cafetería del centro de Madrid / Alba Vigaray

Inés Martín Rodrigo

Inés Martín Rodrigo

En noviembre de 2019, Edurne Portela (Santurce, Vizcaya, 1974) se mudó a un pueblo, aldea, más bien, pues no llega a la decena de habitantes, de la sierra de Gredos, a dos horas y media en coche de Madrid. Aquel traslado devino en un feliz estado de asombro, de perplejidad ante la naturaleza circundante.

Casi al mismo tiempo, en una decisión fruto de la coherencia con la que siempre actúa, la misma con la que escribe, la autora, harta de la violencia y de la hostilidad reinantes en el mundo virtual, abandonó las redes sociales.

Y en esas estaba, viviendo una cotidianidad al margen de lo establecido, de lo normativo, cuando, en el otoño de 2021, mientras el Covid-19 seguía haciendo de las suyas, recibió un "regalo" muy especial: el archivo, la historia, en realidad, de María Josefa Sansberro, más conocida como Maddi (pronunciado Mayi).

Una mujer valiente, contradictoria, católica y divorciada, comprometida, agente de la Resistencia, que nació en la localidad vasca de Oiartzun en 1895, regentó un hotel en la frontera pirenaica entre España y Francia, y fue deportada a los campos de concentración de Dachau, Ravensbrück y, finalmente, Sachsenhausen, donde murió en 1944.

Tras sumergirse, de manera obsesiva, en la documentación existente, Portela supo lo que debía hacer: tomar prestada aquella voz silenciada. El resultado es una novela emocionante, Maddi y las fronteras (Galaxia Gutenberg), que llegará a las librerías el 1 de marzo.

P. ¿La memoria es política?

R. Absolutamente. La memoria individual está siempre dentro de un contexto social, político e histórico. Y todo ese contexto está cargado de una ideología, la queramos ver o no, y de una política. Cuando hablamos de recuperar el pasado, una frase que es un poco peligrosa, siempre lo hacemos con una intención. Puede ser una buena intención, para recuperar historias que merecen la pena, para reivindicar a los que no han tenido voz en la historia. Pero incluso con las mejores intenciones hay un objetivo político. Nunca podemos hablar de memorias neutras.

P. En el epílogo de Maddi y las fronteras dice: "El pasado es presente y viceversa".

R. Sí. Tenemos esta concepción del pasado como si fuera un compartimento estanco y, en realidad, permea todas nuestras actitudes presentes. A nivel íntimo, ¿quiénes somos sin memoria individual? Nada. Y lo mismo a nivel social. El presente no puede ser nada si no tenemos en cuenta de dónde venimos, y el pasado no lo podemos entender sin la perspectiva del presente.

P. ¿Pero debemos mirar el pasado con los ojos del presente?

R. Yo creo que es imposible no hacerlo. Pero en esa mirada tenemos que ser conscientes de qué configura nuestro presente. Yo puedo mirar al pasado e intentar comprender a esta mujer (Maddi) en su contexto. Yo tengo una mirada feminista.

P. Que ella no tenía por qué tener...

R. Eso es. Entonces, no puedo convertirla en feminista porque piense que lo era. Tenemos que ser conscientes de cuál es nuestra mirada y dónde está el peligro de la contaminación para entender el pasado.

"Tenemos que ser conscientes de cuál es nuestra mirada y dónde está el peligro de la contaminación para entender el pasado"

P. ¿Y qué sucede cuando los escritores nos ponemos a imaginar el pasado?

R. En la reconstrucción imaginativa del pasado siempre hay que elegir. No podemos escribir como los historiadores. En la elección destruimos una parte que podía haber sido. Al no aparecer en nuestras páginas eso se desvanece. ¿Qué hacemos? Intentar procesarlo y, una vez hecho ese ejercicio, aceptar, con la responsabilidad individual de la escritora, lo que eso supone.

P. ¿Cómo gestionó esa responsabilidad al escribir esta novela?

R. Cuando decidí que sería una novela me puse a jugar, a intentarlo… Y lo escribí casi de un tirón. Todo el rato, continuamente, pensando: ¿estás haciendo bien?, ¿es esto realmente lo que necesita esta historia?

P. ¿Y a qué conclusión llegó?

R. Pues, con mucho pudor, pero que era inevitable. Yo, por lo menos, no podía contarla de otra manera.

P. Pero, ¿es consciente de que va a descubrir a los lectores a María Josefa Sansberro, lo que eso supone?

R. Soy consciente y por eso me da miedo y pudor, porque la Maddi que se va a leer es la que yo he creado. Pero es mejor esto a que permanezca muerta en el archivo. Es como insuflarle una vida que sé que es ficticia, pero basada en lo que pudo ser.

P. ¿Cómo afronta los límites, las fronteras entre la ficción y la realidad, tan presentes en este libro?

R. Para mí fue muy importante la verdad histórica, mantener una base firme con la documentación, pero luego ya seguir la lógica de la ficción.

"A veces, con la novela histórica, parece que la ficción está al servicio de la Historia y se supedita a ella. Yo no quería hacer Historia, la ficción no sirve para eso"

A veces, con la novela histórica, parece que la ficción está al servicio de la Historia y se supedita a ella. Yo no quería hacer Historia, igual porque soy historiadora y sé que la ficción no sirve para eso.

P. ¿Y para qué sirve?

R. (Ríe) A mí me sirve para ampliar mi imaginación y mi conocimiento, tanto en la escritura como en la lectura. Nos abre territorios que de otra forma permanecen cerrados.

P. ¿Cree que a Maddi se la juzgaría igual si se llamara Leopoldo?

R. Claro, ahí la cuestión de género es fundamental. Yo creo que la mayoría de las lectoras no la juzgarán; de hecho, en muchos sentidos se sentirán cercanas a ella, sobre todo lectoras que igual no han tenido una vida normativa, que no han tenido hijos porque no han querido, o que no han tenido una vida romántica porque no ha sido su opción vital, o mujeres que por perseguir algo que consideraban justo no han hecho lo que se esperaba de ellas. Luego, claro, desde una mirada conservadora, patriarcal y demás, pues Maddi es una mujer que posiblemente no guste o no caiga bien. Ni siquiera tiene instinto maternal…

P. Bueno…

R. Tiene instinto protector, que creo que es diferente, porque hay muchas mujeres que no somos madres, pero somos muy protectoras de la gente que queremos.

P. No somos madres, pero somos maternales.

R. Es que a mí lo de maternal…

P. ¿Le rechina?

R. No me acaba de gustar. Porque yo creo que somos propensas a proteger a los demás, a cuidar, a compartir cariño, ternura, pero eso no tiene por qué estar ligado a la maternidad, puede ser parte de la configuración de una persona que le gusta dar cariño, proteger, cuidar, pero no necesariamente tener hijos.

P. Y es algo que no viene determinado por el género, por mucho que nos hayan educado en lo contrario.

R. Eso es, eso es.

P. Maddi es un personaje femenino que no abunda en la literatura. Mientras leía la novela, pensaba: qué falta nos hacen mujeres así…

R. Sí, otro tipo de referentes. La verdad es que en la literatura actual escrita por mujeres tenemos ya una variedad de representaciones que hace veinte años era mucho más difícil. Pero sí creo que mujeres de este perfil son más difíciles de encontrar, porque ahora nos enfocamos mucho en la maternidad, reivindicar maternidades alternativas, que me parece súper bien, porque es muy necesario que se haga, pero hay otras formas de ser mujer que no tienen por qué entrar ni en conflicto ni en relación con la maternidad. Me gustaría que desligáramos más el concepto de mujer de la opción de ser o no madre.

"Me gustaría que desligáramos más el concepto de mujer de la opción de ser o no madre"

P. La memoria, de la que hablábamos al principio, está presente en toda su obra, y también la violencia. Pero es que la vida es en parte eso, memoria y violencia, ¿no?

R. En buena medida, para mí, sí. Igual porque tengo formación de historiadora, yo concibo la realidad siempre muy contextualizada, también históricamente. Para mí, la importancia de la memoria y de la historia a la hora de comprendernos es fundamental. En buena medida por lo que decíamos al principio, porque siempre es política. Y en una época como esta, en la que hay una polarización política tan brutal, tenemos que ser muy conscientes de dónde venimos y qué mochila seguimos cargando, también en la cuestión feminista, ahí la genealogía que tenemos es fundamental. Y eso está entrelazado con la violencia. No hay contexto social sin violencia, forma parte de nuestras relaciones cotidianas, forma parte de nuestra historia reciente. Por mucho que llevemos años diciendo que vivimos en democracia, que estamos en una Europa más unida que nunca, somos bisnietas de una violencia brutal, en España, de la Guerra Civil, pero, en Europa, de una guerra mundial que fue tremenda y dejó unas secuelas muy graves no sólo a ese lado de los Pirineos. A veces me dicen: "Es que estás obsesionada con la memoria, con la violencia…". ¿Cómo no estarlo?

"No hay contexto social sin violencia, forma parte de nuestras relaciones cotidianas"

P. Pero es que ni siquiera es pasado, es presente. ¿Cuántas mujeres han sido asesinadas en España en lo poco que llevamos de año? Y eso es violencia.

R. Sí, además, yo creo que, a nada que estés atenta a las señales, la ves y sientes esa violencia, tienes que vivir muy de espaldas a la sociedad para no verla y no sentirla. Y, luego, yo creo también que en la historia hay un montón de vacíos. ¿Cuántas historias como la de Maddi están sin contar? Y pueden decir: "Bueno, ya están con la matraca de la mujer resistente…".

P. ¿Y por qué eso es matraca?

R. Es matraca porque para los que consideran esto matraca hay un hilo histórico sólido en el que están claras ciertas dinámicas en las que la mujer no tiene cabida. Historias como las de Maddi son disrupciones. La Historia va en línea recta y una historia como la de Maddi te abre una brecha y te hace mirar la Historia desde un punto de vista diferente, y la amplía y la cuestiona. Por ejemplo, el relato heroico de la Resistencia francesa hace aguas por todos sitios. Las mujeres de la Resistencia, sobre todo en la frontera, tuvieron un papel fundamental y sin ellas no hubiera funcionado nada. Entonces, claro, cada vez que levantas el dedito y dices "oye, yo tengo algo que…", dicen: "Ya está otra vez...".

P. "... con otra mujer heroica".

R. Ni siquiera es plantear una historia heroica de las mujeres. Es decir: aquí hay una mujer que hizo esto.

P. Al final del libro asegura que "en estos tiempos resuenan ecos del pasado que Maddi habitó".

R. Yo no digo que estemos en una sociedad fascista y haya una amenaza fascista, porque, además, aquí los historiadores tienen mucho que decir. Pero sí hay actitudes que se repiten históricamente, actitudes de exclusión, de señalamiento al más débil como el culpable de todos los males sociales, la falta de empatía hacia los más débiles, el dar la espalda a evidencias de violencia peligrosas diciendo que son cuatro locos… Esa indiferencia hacia problemas que son más que reales y que tienen que ver con actitudes violentas a mí me resuena, por eso hablo de ecos. Yo creo que esos ecos son peligrosos, porque si no los tratamos, si no se procesan a través de las herramientas democráticas que tenemos, pueden generar graves problemas. Sólo tiene que mirar a Italia. ¿Por qué está Meloni en el poder? ¿Qué significa eso para una sociedad que vivió el fascismo de Mussolini y que tiene una historia colonial durante esa época terrible? Un pasado traumático que no se procesa, que no se admite y repara, se manifiesta en el presente con otros síntomas, y el síntoma es Meloni.

"Un pasado traumático que no se procesa, que no se admite y repara, se manifiesta en el presente con otros síntomas"

P. ¿Y en España existe el riesgo de que nos pase algo parecido?

R. Yo quiero decir que no, porque yo creo que la democracia española tiene dinámicas muy diferentes a la italiana, ¿no? Y el fascismo, el neofascismo español yo creo que tiene una aceptación menor que el italiano. Pero igual me equivoco totalmente, porque, también, con los bandazos que da la derecha del PP… Una vez que estén en el poder, si están, pues no sabemos cuánto van a tragar de lo que propone Vox.

P. Le cito: "Escribir y, sobre todo, publicar es una forma de tomar postura y partido".

R. Por supuesto, para mí. Cada uno escribe porque quiere, para lo que quiere, y me parece todo estupendo. Pero, para mí, es una responsabilidad y es un compromiso político, por mucho que suene fatal, que parece que escribo con el puño izquierdo levantado, pero no, para mí es un compromiso.

P. Pero todas las novelas son políticas. Eso es una obviedad, ¿no?

R. Claro, aquí hay una herencia un poco del socialismo realista por la cual, cuando decimos una novela política o hablamos del compromiso político de una novela, estamos pensando en la novela al servicio de la política. Cuando, en realidad, tú, cuando creas, lo haces desde una perspectiva política, con una concepción de la realidad, y no hay una escisión entre la imaginación literaria y el compromiso político. 

P. El problema es que el concepto de política se ha ido desvirtuando hasta pervertirse.

R. Sí, porque se entiende como partidista. Como si la imaginación no fuera política. La imaginación es un arma política, también, yo la uso dentro de una concepción de la realidad y de un deseo de realidad, y eso se plasma en lo que escribo y en los temas sobre los que escribo.

'Maddi y las fronteras'

Edurne Portela

Galaxia Gutenberg

248 páginas

18,50 euros