CRÍTICA

José María Beneyto, contra Picasso

El catedrático de Derecho Internacional critica en su biografía novelada ciertas actitudes del pintor relacionadas con episodios de su vida

Pablo Picasso, junto a Josep Palau i Fabre

Pablo Picasso, junto a Josep Palau i Fabre / EPE

Francisco R. Pastoriza

Este año del 50 aniversario de la muerte de Pablo Picasso (Málaga, 1881- Mougins, Francia, 1973) está repleto de citas y convocatorias relacionadas con el genio. Uno de los libros más madrugadores es el del catedrático de Derecho Internacional José María Beneyto Las traiciones de Picasso (Turner), una crítica a ciertas actitudes del pintor relacionadas con episodios de su vida, con sus amigos y conocidos, y sobre todo con sus mujeres. El libro recoge en forma novelada la vida de Picasso durante unos años decisivos, de los 30 a los 50 del siglo XX.

Tres son las traiciones que el autor atribuye a Picasso. Una política relacionada con su militancia comunista y con una ambigua actitud ante el nazismo. Otra a las mujeres con las que se relacionó y a las que provocó perjuicios de todo tipo. Y una más a la pintura por fomentar el mercantilismo en el mundo del arte.

La obra comienza con un episodio poco conocido: aquel que a instancias del escritor fascista Ernesto Giménez Caballero reunió en un restaurante de San Sebastián a Picasso con José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, en agosto de 1934, en el que, según el autor, el artista se reivindicó como pintor español. Beneyto critica sus negocios con los nazis, a quienes siguió vendiendo sus cuadros durante la ocupación de París, y su amistad con Arno Breker y Ernst Jünger, que lo visitaban en su taller.

Reprocha a Picasso no haber hecho nada para evitar la muerte de su amigo Max Jacob en el campo de concentración de Drancy y, sin embargo, haber intercedido por Gertrude Stein (tras la guerra, fue Jean Cocteau quien le reprochó no haberle defendido ante el Gobierno francés cuando fue acusado de colaboracionista). Califica de oportunista la afiliación del pintor al Partido Comunista Francés ya terminada la contienda (afirma que Paul Éluard dijo que lo había hecho "para blanquear las amistades peligrosas y el pasado"). Condena su inacción ante los crímenes del estalinismo, su reacción ante la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov entre Adolf Hitler y Stalin, y cuenta la decepción del Gobierno de la República española ante el Guernica, cuadro al que en principio llegó a calificar de antisocial e inadecuado para la mentalidad proletaria.

Dice el autor que la paloma de la paz de Picasso (ave que había odiado desde pequeño por su crueldad), adoptada como símbolo por el movimiento pacifista impulsado por la URSS, fue elegida por el poeta Louis Aragon. Se molestó por el rechazo de los comunistas a su cuadro Matanza en Corea y por las críticas a su retrato de Stalin, descalificado por el Comité Central del Partido Comunista Francés que lo acusó de haber retratado al dirigente como "un playboy asiático".

Pese a que sus amigos comunistas, sobre todo Ilya Ehrenburg y Éluard, procuraban elogiar el valor proletario de sus obras, los informes sobre Picasso a la URSS destacaban que se dedicaba a pintar fantasías que cuadraban poco con el realismo socialista y que su pintura, capitalista y burguesa, no era inteligible para el pueblo y no expresaba la lucha contra el imperialismo norteamericano. Su ruptura con el comunismo se produjo dos años después de la invasión soviética de Hungría en 1956.

SU RELACIÓN CON LAS MUJERES

La relación de Picasso con sus mujeres se centra en la pintora y fotógrafa surrealista Dora Maar, que lo acompañó en esos años difíciles y a quien el pintor abandonó por Françoise Gilot, causándole problemas psicológicos ("él fue el culpable de que dejara de ser fotógrafa y artista"). El protagonismo de Dora Maar en la vida de Picasso está presente en todos los capítulos y el autor le da una gran importancia en algunas decisiones de este, como su reacción ante la guerra de España y la iniciativa de pintar el Guernica, que ella fotografió en todas sus etapas.

De hecho, el libro se cierra con el testimonio escrito de la fotógrafa sobre las relaciones entre ambos. Beneyto critica la continuidad de Picasso con Marie-Thérèse Walter mientras estaba con Dora Maar, el abandono de Olga Khokhlova (que dejó su carrera de bailarina para estar con él) y Jacqueline Roque, y la ruptura con François Gilot, la única que lo dejó.  

Cuando terminó la guerra, Picasso se había convertido en el pintor más famoso del mundo y el Guernica en el talismán de la nueva era, pese a su imagen negativa en EE.UU. por su filiación comunista. La izquierda afirmaba que su pintura levantaba acta de acusación contra los enemigos de la libertad, pero también había quien lo acusaba de denigrar el arte francés y consideraba al pintor una reliquia del pasado.

Aunque elogia su obra y sus aportaciones al arte contemporáneo, la traición al arte, según Beneyto, consistió en el apoyo de Picasso a la estrategia del mercantilismo a ultranza y la caricaturización que hizo del arte en su etapa final. Su pintura, dice, aunque respondía teóricamente a un momento histórico, tenía mucho que ver con la vida erótica del pintor. Y Dora Maar escribe: "¿Quieren que les diga lo que me enseñó Picasso? A nadie le importa que un cuadro sea bello. Lo que importa es venderlo".

'Las traiciones de Picasso'

José María Vidal Beneyto

Turner

272 páginas

21,90 euros