REPORTAJE

La literatura que surgió de la pandemia

La pandemia de covid-19 está en pañales en cuanto a literatura se refiere; pocos son los que se han lanzado a narrarla

Dos sanitarios trasladan una camilla en Pamplona el 31 de marzo de 2020, el día más negro de nuestra historia reciente, cuando murieron en España 849 personas

Dos sanitarios trasladan una camilla en Pamplona el 31 de marzo de 2020, el día más negro de nuestra historia reciente, cuando murieron en España 849 personas / Eduardo Sanz

En la serie de Netflix Intimidad, de 2022, podemos ver una escena en la que un personaje se acerca a Bego (interpretada por Patricia López Arnaiz) y hace el amago de darle dos besos. "Perdí la costumbre", le responde ella apartándose. Es una frase que si hubiese sido pronunciada hace cinco años, algunos no comprenderían. Pero en pleno 2023 todos sabemos las razones que le hicieron a Bego dejar atrás una forma de saludar tan arraigada en nuestra cultura.

La pandemia de covid-19 ha alterado la sociedad y las relaciones sociales a unos niveles que jamás habríamos podido imaginar. No atreverte a abrazar a los amigos íntimos por respeto y precaución, evitar las reuniones familiares por miedo a transmitirles la enfermedad, renunciar a viajes o eventos por prudencia o exceso de ella. No ha sido fácil volver a lo que conocíamos como vivir; durante meses ha quedado todo reducido a sobrevivir.

Varios autores han afirmado que rechazan abordar esta etapa en la ficción. Que no quieren saber nada —literariamente— de mascarillas, distancia social ni confinamientos. Sin embargo, en estos últimos meses otros han dicho que sí, que ellos sí desean dejar constancia de esta parte de nuestra historia. Y algunos lo han hecho de una forma que podría parecer descabellada: utilizando esta fase de nuestras vidas como telón de fondo de una investigación policial o detectivesca.

En El juego de los crímenes perfectos, Reyes Calderón (Planeta, 2022) desde el inicio deja claro que no piensa endulzar lo que quiere contar: la primera escena ya nos muestra el Palacio de Hielo de Madrid colmado de féretros debido al elevado número de fallecidos. A través de una compleja trama criminal, se centrará especialmente en los sanitarios. "La pandemia puso en riesgo extremo a todo el sistema. Sin embargo, sacando fuerzas de donde no había, los sanitarios nos mantuvieron a flote. Un médico se forma durante seis años, prepara una oposición, y si la saca, se forma de nuevo entre cuatro y cinco años. Tras eso, pasa a formar parte de esa clase media-baja en atención a salarios, pero media-alta en atención a sus responsabilidades. La pluma permite rendir homenajes que duran más que nuestra memoria social, memoria de pez".

Noemí Trujillo y Lorenzo Silva en La forja de una rebelde (Destino, 2022), novela escrita a cuatro manos, dan buena cuenta de lo que supuso lidiar con la maternidad y la paternidad durante el confinamiento. Contiendas domésticas que han generado, también, un amplio catálogo de momentos emotivos. Noemí Trujillo cuenta que "el primer libro que leí con mi hija cuando cerraron los colegios fue La historia interminable, de Michael Ende. Por aquel entonces ella tenía siete años. Al terminar la lectura me preguntó si yo creía que todos formamos parte de una historia interminable y que esa historia la podemos encontrar en los libros. Le contesté que sí. Me di cuenta de que, entonces, era necesario reflejar el escenario de la pandemia en la literatura y reflexionar sobre lo que nos sucedía desde el escenario de la ficción".

A su vez, Lorenzo Silva relata que durante la parte más dura de la pandemia leyó con su hija, "entre otros, Corazón de Edmondo de Amicis y Colmillo blanco, de Jack London". Libros que abordan, respectivamente, qué nos alivia de la soledad y la enfermedad, y la búsqueda de la propia identidad. "Creo que la pandemia nos hizo tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad y preguntarnos qué somos realmente. Al margen de lo que cada uno hiciera con esa conciencia y esa pregunta, ambas son experiencias valiosas que no puede ignorar la ficción, y que, si no se atestiguan, nos arriesgamos a olvidar". 

Quienes hemos leído alguna vez las aventuras de Ricardo Cupido de mano de Eugenio Fuentes sabemos que son novelas amables, que buscan dejar a un lado la brutalidad para centrarse en la empatía. Perros mirando al cielo (Tusquets, 2022) no es una excepción, incluso acentúa esa mirada. "Mi novela había nacido por otro camino. Pero cuando llevaba un par de capítulos se nos echó encima la pandemia. Y era un tema tan poderoso, alteró tanto nuestra vida y desencadenó tal avalancha de sentimientos y emociones que fue imposible resistirse a incluirla en la historia. Siempre en mis novelas he procurado incluir la parte luminosa que todos llevamos dentro, al lado de las sombras del relato, claro está".

SUBCATEGORÍA LITERARIA

Se podría decir que existe una subcategoría literaria dentro del género negro que son las investigaciones bajo estados de excepción, tales como guerras o pandemias. Resulta controvertible indagar en las causas de una muerte cuando cientos más acontecen a cada instante. ¿Tiene más valor una vida que otra? ¿O todo esto sirve para mantener el orden en un momento de caos? 

Calderón expone los datos de un día en concreto para ejemplificar este particular. "En las 24 horas del 31 de marzo de 2020, el día más negro de nuestra historia reciente, murieron en España 849 personas. La ocupación de las camas de cuidados intensivos era del 110%. No había respiradores, no nos tocábamos, no sabíamos cómo se producía el contagio. Se prohibieron las autopsias. Si alguien moría, se pensaba siempre en el virus. ¿No es el escenario ideal para colar o camuflar un asesinato?".

 La postura de Fuentes en este caso es otra por ficcionar con un detective, que no cree "que tenga que ser el encargado de mantener el orden en entornos de caos. Bastante tiene con desvelar la verdad de lo ocurrido". No obstante, opina que "en los momentos de intensidad emocional se ve quiénes y qué somos mejor que en los períodos más rutinarios. Y la pandemia ayudó a revelar la identidad de los personajes, con sus heroicidades y miserias".

Trujillo destaca que "de los pocos ejemplos de tenemos en los que la pandemia de la covid-19 ha llegado a la literatura muchos son de novela negra; eso demuestra que el género es flexible y sabe adaptarse como espejo (no olvidemos que la literatura, como el cine, son espejos deformantes)". Silva a su vez remarca que "es un consuelo que en medio del caos se mantenga no tanto el orden, sino la humanidad de tratar de hacerle justicia a una víctima". Porque para Silva "cualquier muerte, sea cual sea la causa, es un mundo que se apaga, y si la muerte tiene origen criminal deja una ración de dolor añadido en quienes la viven de cerca. Era un desafío, sin duda, mostrar cómo alguien puede investigar una muerte singular mientras la guadaña se lleva miles de vidas".

DEJAR CONSTANCIA

Y la gran pregunta: ¿es necesario, es importante, dejar constancia a través de la ficción de lo que hemos vivido? La respuesta de todos ellos es unánime y contundente. Eugenio Fuentes afirma que mira "hacia atrás y creo que lo ocurrido con la pandemia nos marcó a todos, al menos durante un par de años. ¿Cómo no hablar de ella? Y no porque la novela negra tenga ninguna obligación de ser testaferro de la realidad, porque esa función pueden hacerla del mismo modo la poesía, o el ensayo, o el teatro, sino porque toda escritura que se precie no puede prescindir de los materiales que aporten intensidad emocional al relato".  

Calderón es rotunda y cree que sería "un error olvidar porque implica no aceptar los errores cometidos y, por tanto, no aprender, no superarse. La pandemia sacó un lado oscuro de algunos, pero mayoritariamente nos hizo mejores. Nos recordó que somos seres que viven también de relación, que formamos un nosotros. No quiero olvidar nada de eso".

Trujillo recuerda que "cuando hicimos la promoción de La forja de una rebelde aún llevábamos mascarilla para hablar con los periodistas. El drama ha sido grande. Afecta, de forma directa, a medio millón de personas, de familias, que han perdido para siempre a un ser querido. En mi caso mi madre murió el mismo día que se anunció el estado de alarma y eso fue para mí un chispazo invisible que me llevó a querer escribir sobre lo sucedido. Compartir mi dolor con el de otras personas fue para mí catártico y fue la historia vivida por Manuela Mauri y su dolor ante la muerte de la madre de su mejor amiga en medio de la pandemia lo que me permitió contarlo".

Silva a su vez nos confiesa que si la madre de Noemí murió al principio, "la mía se nos fue al final, muy posiblemente por una secuela de la enfermedad, que contrajo de forma en apariencia leve. Y como nosotros, hay cientos de miles de españoles que han perdido a alguien cercano, y la sociedad española una porción enorme de una generación a la que le debemos mucho de lo que hoy somos. Si la literatura, por conveniencia, aprensión o lo que fuere, opta por dar la espalda a algo así, corre el riesgo de convertirse en una banalidad que a mí, particularmente, no me interesa".

Cada creador necesita sus tiempos y sus circunstancias. No se pueden forzar las tramas. Pero tratar de obviar en lo literario un acontecimiento que afectó unánimemente a toda la población mundial resulta, cuanto menos, digno de análisis. Eludir el dolor no lo erradica, y en nuestro país ya tenemos experiencia respecto a lo que el silencio nos puede hacer como sociedad. Esperemos tener más pronto que tarde una generación de novelistas que dejen constancia de lo ocurrido en nuestros corazones.

Fuera de nuestras fronteras

Existen formas muy diversas de contar una catástrofe. Podemos regodearnos en el desastre o centrarnos en la parte más humana y solidaria. La pandemia de covid-19 está en pañales en cuanto a literatura se refiere; pocos son los que se han lanzado a narrarla, y sospecho que muchos tampoco quieren leer sobre ella todavía. Sin embargo, debe reflejarse en las novelas. La ficción nos ayuda a comprendernos mejor, a bajar a tierra lo vivido y a asimilar ese torbellino de emociones que unos cuantos aún mantenemos encerrado dentro.

Ana Paula Maia en De cada quinientos un alma (Eterna Cadencia, 2022) presenta un mundo apocalíptico que no es concretamente en el que vivimos, pero que se le parece mucho. Una enfermedad asola a la población y los fallecidos no dejan de multiplicarse. Los protagonistas descubrirán un vehículo militar que les hará sospechar que se está llevando a cabo una solución final: exterminar a los contagiados para erradicar el virus. La hipérbole sirve como revulsivo en el lector para que se plantee si esa situación tan desmesurada se encuentra tan alejada de la realidad como podría parecer en un primer momento. ¿Fue la prioridad de todos los gobiernos la salud pública por encima del bienestar económico? Y en caso de no ser así, ¿se buscaba la riqueza de la mayoría o de una minoría privilegiada?

Petros Márkaris ha escogido el formato relato para dar forma a su última obra Cuarentena (Tusquets, 2022). Jaritos deberá enfrentarse a la dificultad de un confinamiento por contacto estrecho con un contagiado, y abordar algo que supuso un problema para millones de familias: responder a la pregunta de si conocían en realidad a la persona o personas con quien compartían su vida. Incluso va un poco más allá hablando de aquellos que no tuvieron un hogar en el que aislarse ante una situación de emergencia sanitaria. Su reflejo de la pandemia escoge el lado amable, el solidario. Aquel que sería deseable que se recuerde con el paso de los años, siempre sin obviar la parte más dolorosa.