Opinión | Alta fidelidad

El escudo del Capitán América

Del dolor acaban floreciendo las canciones más bonitas del mundo, como 'In my room', de Brian Wilson

Brian Wilson, durante un concierto

Brian Wilson, durante un concierto / EPE

A Brian Wilson su padre le metió un día tal paliza que lo dejó sordo de un oído. Cuando vives con el monstruo, cuando tu casa no es refugio, quizá te queda tu habitación, tu cama, la opción de esconderte, al menos, bajo tu edredón. Brian Wilson escribió en 1963 para hablar de ello una canción llamada In my room. Es un tema para los Beach Boys que, aunque destila cierta melancolía, en una primera escucha no hace del todo sospechar la película de miedo para la que parecía estar escrita, lo tristemente bien que encaja en Vengo de ese miedo, la novela de terror que acaba de publicar en nuestro país Miguel Ángel Oeste.

Brian Wilson habla en la canción de cómo su habitación se convierte en el único refugio para aislarse de temores y problemas, en el que puede encerrarse a llorar. Sabiendo lo que sabemos, ahora entendemos que Wilson estaba pidiendo socorro a gritos, que el genio estaba pidiendo auxilio, luchando contra el monstruo en esa canción y que no eran solo problemas, sino que estaba soportando la violencia más cruel del mundo, la que ejerce quien se supone que te debe dar sustento, quien tiene la potestad del amor.

Miguel Ángel Oeste también lucha contra el monstruo en su novela, pero él no se anda con coros o melodías barrocas, él utiliza una historia trágica y personal como la de Wilson para convertirla en novela de terror, en la que hay esperpentos disfrazados de padres, una casa encantada camuflada en piso malagueño costumbrista y un chaval, ahora escritor, refugiado en su habitación leyendo cómics, cobijándose del horror dentro de Hulk o la Patrulla X.

Los adolescentes siempre nos hemos aislado de un mundo que a veces nos parece hostil, que ni comprendemos ni nos comprende, encerrándonos en nuestra habitación, poniendo los discos bien alto, creando el más auténtico muro de sonido, pero no es lo mismo aislarse que huir, no es lo mismo lo que hacíamos algunas poniendo el Si está bien de Los Planetas más alto de lo que nuestros tímpanos podían soportar, que lo que hacía Miguel Ángel Oeste.

Las letras de las canciones son plastilina, se adaptan a los oídos para hablarnos directamente a cada uno de nosotros, pero seguramente cuando Jota cantaba en esa canción sobre el dolor y el vacío que sentía, en el canal auditivo de Miguel Ángel Oeste la letra se iba transformando en un bálsamo físico, en un conjuro que te dice que no estás solo, que hay alguien acompañándote en tu tormento y que ese que te ha dado ahora tu padre sería el último puñetazo.

Seguramente Brian Wilson escribió In my room porque lo necesitaba, porque no pudo evitarlo, pero ahora está ahí también para que otros chavales sientan que al tipo que escribió la canción, a Brian Wilson, eso también le pasó y del dolor acabaron floreciendo las canciones más bonitas del mundo y es así cómo una canción puede salvarte la vida, así es cómo el arte te salva la vida.

Solemos decirlo con ligereza, como una frase hecha, pero en Vengo de ese miedo queda claro que al escritor malagueño el cine, los cómics de superhéroes y la música le salvaron la vida. No fueron sólo bálsamo, fueron el escudo del Capitán América, que no pudo frenar los guantazos ni los insultos, pero sí que aquella hemorragia fuera irremediable y que a su vez aprendiera de cineastas, escritores y músicos que toda aquella violencia él podría también transformarla en literatura.

Eso solo lo hacen los grandes, los que, en realidad, no necesitaban el dolor para hablar del dolor, los que hubieran sido escritores sin venir del miedo, los que, como el escudo del Capitán América estaban ya antes hechos de vibranio.