CRÍTICA

La revolución de Pérez-Reverte

En su última novela, 'Revolución', el escritor nos traslada al México de Emiliano Zapata y Pancho Villa, con un joven ingeniero español como protagonista

El escritor Arturo Pérez-Reverte

El escritor Arturo Pérez-Reverte / EFE

José María de Loma

Martín Garret es un jovencísimo ingeniero español que un día oye desde su habitación una balacera en la calle. Sale de su hotel. Estamos en el México revolucionario de Emiliano Zapata y Pancho Villa. 1911. Ve tiros, observa muertes, zigzaguea, camina, evita ser herido, se asusta y asombra; entra en una cantina. Ahí cambiará su vida, su existencia, su devenir y convicciones.

Garret trabaja para una compañía minera española que, a causa de las algaradas, batallas, incidentes y levantamientos, cesó meses atrás su actividad. Es reclutado para la revolución. Gracias a sus conocimientos dinamiteros. Enrolado en una partida cerca de Ciudad Juárez, participa en voladuras, emboscadas y aventuras. Incluso en el robo de un banco, cuyo botín son 15.000 monedas de oro de las denominadas maximilianos. Sus conocimientos sobre explosivos lo hacen imprescindible, simpático, aliado pese a español. Exótico.

Pero la novela de Arturo Pérez-Reverte es mucho más que la peripecia de este joven, inspirada en la historia de un amigo del bisabuelo del autor. Es una crónica del agitado México del primer tercio de siglo XX. Es la historia de esa revolución cruel e idealista que trató de dar dignidad a los pobres, a los desfavorecidos, a los olvidados frente a la oligarquía que representaba el régimen de Porfirio Díaz. Villa se mete pronto en la historia. Podemos simpatizar con su causa; no siempre con sus métodos.

Hay algo del propio Pérez-Reverte también en el personaje central. Algo del Pérez-Reverte de Territorio Comanche. Revolución podría ser una tesis sobre la relación del escritor con la aventura. La novela se lee con placer, como se leen las historias de agitadas aventuras. Se estructura en capítulos a lo cinematográfico y no faltan ecos de Gringo viejo. Podría ser un wéstern. No se nos ahorran escenas de crueldad, mostrando a las claras, como Pérez-Reverte ha venido diciendo en las entrevistas promocionales, que en las revoluciones se mata y no hay otra solución.

Abundan los tiros y ahorcamientos, fusilamientos y la justicia impartida arbitrariamente. Quien haya leído la saga de Falcó también encontrará briznas de ese tipo de personajes revertianos, uno de los líderes insurrectos, por ejemplo, que mezcla lo despiadado con la ternura, pragmatismo con idealismo, paternalismo y hasta cierto feminismo. La historia va trufada de algún tópico, la periodista norteamericana, el indiecito malvado, está llena de mexicanismos deliciosos, gráficos, bien colocados. Hijole. La ambientación es sugestiva y se captan muy bien los ambientes sudorosos, polvorientos, violentos en los que incluso hay tiempo para filosofar o discutir de política.

Aventura

Garret es (¿presa?, ¿víctima?, ¿aliado?) de esa revolución, de esa causa. A veces no parece saber por qué el destino lo ha puesto ahí. Hay en la narración aventura, heroísmo, desengaño y hasta reflexiones sobre la vida y la violencia que podrían haberse colocado también en otras obras de Pérez-Reverte, como la que dedicó a la Guerra Civil y la que protagonizaba el Cid. Los personajes tienen claroscuros, claro, el fin justifica los medios, o no. Hay que morir o matar, dar la orden de fusilar a un hombre desarmado y a continuación ser justo en el reparto de la sopa.

Pérez-Reverte ha huido, lo hace siempre, de cualquier ideología. Prefiere mostrar. Y mostrar corazones, actitudes y corajes como el de Garret, que en esencia es un ser con contradicciones que se ve envuelto en un máster vital casi sin quererlo pero sin querer alejarse de esa aventura convulsa, de ese conocimiento de tantos y tan variados tipos humanos. Dónde va a parar poder volar la caja fuerte de un banco o camelar a una yanki o ser palmeado en la espalda por un caudillito en comparación con estar sentado en una oficina o dejar ir la vida en el pueblín del sur español donde nació.

El lector no puede en cualquier caso dejar de abonarse a cierta melancolía al comprobar lo inútil de tanta sangre y tesón, polvo, sudor y lágrimas: las injusticias más de un siglo después, permanecen lacerantes en ese México de muy pobre y ultrarricos, de complejos turísticos caros y en contraste zonas asoladas por las mafias, los asesinatos y el narcotráfico. Esto vale para un sinfín de países, claro. Tal vez un gran valor de esta historia sea mostrarnos cómo se hacían antes las revoluciones, frente al mundo de hoy no exento de guerras pero más proclive al activismo de sofá. La legión de revertianos está de enhorabuena. Aún con el sabor de la aventura vivida en El italiano, el padre de Alatriste nos convoca a una cita en México para una historia universal: los de abajo contra los de arriba y tanta y tanta gente en medio. A tiro limpio.

'Revolución'

Arturo Pérez-Reverte

Alfaguara

464 páginas

21,75 euros