PERFIL

Delphine de Vigan: la familia como maldición

En su nuevo título, 'Los reyes de la casa', denuncia del horror que encubren las redes sociales manejadas por niños y adultos codiciosos

La escritora francesa Delphine de Vigan

La escritora francesa Delphine de Vigan / EPC

Elena Pita

Sobre el papel, Delphine de Vigan acaricia la realidad más desgarrada con la sutileza que le es natural, como la elegancia que difumina y embellece la imperfección de sus facciones. Todo en ella parte del silencio, el que se crea en las familias en torno a los impulsos (y sucesos) más oscuros: la familia, ese oscuro útero de todos los traumas; y así, la comunicación, o mejor digamos la falta de comunicación, es siempre para la escritora francesa el punto de vista desde el que narra.

Aquejada del ridículo pudor que imprimen los lazos de sangre, Delphine (París, 1966) no fue capaz de afrontar su condición de literata hasta los 39 años. Estudió comunicación y periodismo en La Sorbona, circunloquios de su verdadera vocación, y ejerció en ese gélido mundo que son las agencias del sector hasta que el impacto de visitar a su madre en el psiquiátrico, recluida por una galopante esquizofrenia, le dio la fuerza de arrancarse el corsé. Lo hizo relatando su propia adolescencia anoréxica y lo firmó con un pseudónimo por miedo a su propio padre, a quien hoy sigue temiendo ferozmente. De lo particular a lo universal, su historia fue un espejo donde se vieron reflejados cientos de lectores.

Hubo el público de esperar a 2005 para saber quién era aquella tal Lou Delvig sin rostro ni publicidad. Y ella, dos años más para conocer las mieles del éxito sin ambages: No y yo, que sería llevada al cine.

Pero fue en 2009 cuando la escritora cruzó todas las fronteras. Mi madre estaba azul, de un azul pálido mezclado con ceniza, las manos extrañamente más oscuras que el rostro, cuando la encontré en su casa esa mañana de enero. Las manos como manchadas de tinta en los nudillos de las falanges. Mi madre llevaba varios días muerta.

Traición

Son las primeras líneas de Nadie se opone a la noche. Delphine ha perdido el pudor pero no el miedo, y aún nublada por ese sentimiento de “traición” cuenta la historia de su madre, tercera de los nueve hijos que tuvieron el abuelo George, un publicista estrafalario, y una mujer bellísima y superflua que fue su abuela. Dos de aquellos niños murieron trágicamente, uno en las profundidades de un pozo y otro, asfixiándose con una bolsa de nylon en la cabeza; la menor, salvada in extremis de una mortal caída (de nuevo), y el hermano deficiente que vivió oculto y encerrado.

Pero el gran detonante de la valentía de Delphine serían los diarios de su madre que encontró tras su suicidio, en los que relata cómo fue abusada sexualmente por aquel abuelo histriónico. La novela vendió un millón de ejemplares y fue traducida a 20 idiomas.

Anagrama le rinde ahora homenaje con la publicación de su nuevo título, Los reyes de la casa (ficción pura pero no menos real, para los que desconfían de los escritores memorialistas), un thriller que se te pega a las manos, denuncia del horror que encubren las redes sociales manejadas por niños y adultos codiciosos. Al tiempo que publica en Compactos un título de 2009, Las horas subterráneas. Que ustedes (también) los disfruten.