Opinión | Alta fidelidad

Annie Ernaux: zumo de naranja y Bach

La premio Nobel de Literatura es hija directa de Sister Rosetta Tharpe, la auténtica madre del rock

Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura

Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura / Pablo García

Annie Ernaux es rock and roll, pero escucha música sacra. Lo cuenta en Los años, la gran novela francesa de la premio Nobel de Literatura, el repaso a sesenta años de historia de su país que la escritora hace desde su muy íntima perspectiva, trenzando acontecimientos personales con colectivos, mezclando divorcio, Mitterrand, aborto, sexo y Sarkozy.

Ahí cuenta que de su exmarido le ha quedado el gusto por Bach, la música sacra y el zumo de naranja matutino, aunque yo sostengo que Ernaux es rock and roll y que la autora de Pura pasión es hija directa de Sister Rosetta Tharpe, la auténtica madre del rock. Creía tanto en Dios como en los locales nocturnos. Iba de garito en garito con la guitarra colgada al pecho para cantar eso de «méceme en la cuna de nuestro amor, dame de comer hasta que no pueda más y entonces llévame arriba, hasta nuestra casa bendita».

Pura inocencia, lo sé, comparada con la literatura a cuchilladas de Ernaux, con la sexualidad que chorrea en libros como ese Pura pasión, más parecido a Wanda Jackson en Funnel of love cantando que se le aflojan las rodillas cuando entra en el embudo del amor.

Ernaux, en realidad, apenas se anda con metáforas, sino que busca, como dice ella, alejarse de la poesía de la memoria, su obsesión es encontrar siempre las palabras precisas y justas.

Escribe contra el olvido, dice ella; escribe a la contra, digo yo, a la contra de lo que se esperaba de una mujer, que suele ser estar calladita. En ese ir a la contra pienso también en Billie Holiday, que podría sonar de fondo cuando leemos Perderse, cuando la premio Nobel dice: «Todo mi drama reside en eso, en mi incapacidad de olvidar al otro, de ser autónoma, soy porosa a las frases, a los gestos de los demás, e incluso mi cuerpo absorbe el otro cuerpo». Léalo otra vez y despacio, va a oír a Holiday cantándolo.

Pero Annie Ernaux, que parece, para algunos, haberse quedado sólo en la escritora del deseo, también es la que denuncia el machismo, la violencia contra las mujeres, defiende el aborto, clama con su perfecto combinado entre dulzura y firmeza, contra convenciones sociales, contra el capitalismo salvaje…

Por eso, aunque por generación Ernaux debería sonar al Laisse tomber les filles que Serge Gainsbourg escribió para France Gall, a mí me suena más al Rebel Girl de Bikini Kill. Hay más enfado del que seguramente a ella le gustaría, más desavenencia con el mundo, más punk que Bach, incluso más zumo de limón que de naranja.