MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Miguel Ángel Oeste

Otro miedo, el de la trasmisión, es el que me ha permitido levantar esta otra casa con palabras

El escritor Miguel Ángel oeste, fotografiado en Barcelona

El escritor Miguel Ángel oeste, fotografiado en Barcelona / Manu Mitru

Miguel Ángel Oeste

La muerte de mi madre en 2009 desencadenó que me pusiera a escribir este libro, Vengo de ese miedo (Tusquets Editores, 2022). En realidad, lo llevaba escribiendo en mi cabeza desde la juventud. Una y otra vez, sin descanso, añadía pasajes para después tirarlos, como si al ponerlos en palabras y luego desprenderme de ellos pudieran desaparecer para siempre tragados por el mar.

Pero nunca dejé de escribirlo y aún hoy lo sigo haciendo, incluso cuando lo di por cerrado y cualquier lector puede asomarse a él. Sí, aún hoy trato de darle forma al dolor con el lenguaje, e intento descubrir la persona que seré mañana. Aún hoy afloran las preguntas de la adolescencia: ¿te gustaría encontrarte con el que serás y que te contara cómo será tu vida? ¿Te daría ese encuentro fuerzas para no tener miedo, para afrontar la vida y hacer lo que no te atreves a hacer? ¿Te revelaría quién eres más allá de la herencia genética?

En aquel tiempo cuando comencé la escritura me veía a mí mismo en la orilla lanzando piedras recogidas de mi cuerpo. Hacía ranas en la superficie del agua y las veía hundirse mientras por unos instantes dejaban círculos concéntricos, aunque no quería que se hundieran, deseaba que siguieran deslizándose, saltando por el agua hasta llegar lejos, al horizonte (con el corazón tan agitado que pareciera que la arena debajo de mis pies estuviese moviéndose también).

Miedo

La primera palabra que escribí fue miedo.

Pero no me atreví a dejar plasmada la palabra padre hasta semanas más tarde. El miedo es el protagonista mayor de esta historia, primero como padecimiento y segundo como motor contra el que se lucha mediante la escritura. Nietzsche decía que si diciendo "Tengo miedo" pudiéramos estar seguros de que nos entenderían de verdad, nadie escribiría.

Por esa razón, tal vez, un libro nunca finaliza. En algunos aspectos es como una casa. Las casas respiran lo que hemos vivido y registran nuestra memoria. El libro, sin embargo, jamás se cierra del todo. Y más uno como éste, que recoge una parte muy íntima de lo que sucedió.

Las puertas de mi infancia y juventud son las huellas de no sentirse amado. La angustia de sobreponerse a la falta de amor y lo oculto

En cierto modo, Vengo de ese miedo fue mi refugio, un lugar seguro que me costaba abandonar. Al final, salí de él. Cerré la puerta para abrir otras. Tal vez porque hay más casas a las que ir, aunque, de tanto en tanto, todavía me acerco, la rondo, entro y registro las estancias, para descubrir acaso que el único deseo de reparación posible, como descubrí en la infancia, es seguir abriendo y cerrando puertas, aunque a veces esas puertas estén arrancadas, llenas de golpes.

Las puertas de mi infancia y juventud son las huellas de no sentirse amado. La angustia de sobreponerse a la falta de amor y lo oculto. Lo que solo uno sabe y cuesta decir porque el cuerpo nunca miente.

Desaparecer para entender el dolor propio y el ajeno: esa sensación destructiva de los padres con sus hijos. Esa violencia que con los años uno identifica de otra manera y hasta llega a comprender, porque los padres también sufren. Aunque eso no los exime de la violencia.

Quizás otro miedo, el de la trasmisión, es el que me ha permitido levantar esta otra casa con palabras. Y percibir que el miedo sigue ahí, miedo a trasladar algo a mis hijas, pero, a la vez, la certeza de que hay otras casas y refugios a los que puedo ir. Ese territorio en el que la literatura nos ayuda y nos reconforta de alguna manera, que nos pregunta quiénes somos, qué nos da cobijo y qué nos lleva a lugares a los que queríamos ir aunque no nos atrevíamos. Ojalá algunas piedras que arranqué de mi cuerpo emerjan del fondo del mar para alcanzar el horizonte.

'Vengo de ese miedo'

Miguel Ángel Oeste

Tusquets Editores

304 páginas | 19 euros