Opinión | HOTEL CADOGAN

Aparecidos contra Darwin y sus monos

La escritora británica Amelia B. Edwards.

La escritora británica Amelia B. Edwards. / ARCHIVO

La otra tarde se nos fue el santo al cielo leyendo en el cuarto de la plancha. Cuando quisimos darnos cuenta, se echó encima la hora de la cena y hubo que improvisarla a la carrera para los huéspedes fijos del hotel: huevos, fritos con maestría y puntilla dorada por la señora Patmore. La socorrida colación, sin pretenderlo, rindió homenaje a la lectura que nos había abducido, El carruaje fantasma y otros cuentos góticos (1864, Alba Clásica).

Jamón, huevos, una rebanada de pan moreno y una botella de jerez son las viandas que se le ofrecen al protagonista del relato que da nombre al libro, un abogado perdido en un páramo después de un día de caza desapacible, cuando al caer la noche recibe cobijo en la morada de un peculiar ermitaño: «No puedo ofrecerle más que una sencilla comida de campo, señor -dijo mi anfitrión-. Confío en que su apetito compense las deficiencias de nuestra despensa».

Con el cuerpo reconfortado, el incauto picapleitos se expone de nuevo a la intemperie para cruzarse, en medio de la ventisca, con una espeluznante diligencia de viajeros revenants. ¡Ah, qué gustirrinín! Amelia B. Edwards (1831-1892) combina trama, diálogo, descripción y ese nosequé indispensable que invita al lector a la «suspensión de la incredulidad» para moldear un cuento perfecto que figura en todas y cada una de las antologías de cuentos espectrales. La edición de Alba incluye la totalidad de la producción fantasmagórica de Edwards, gran renovadora del género, puesto que supo añadir el paisaje industrializado a la clásica escenografía gótica: encrucijadas, criptas, el castillo en ruinas, el cementerio. 

Hilo negro

Aunque las historias de aparecidos son más viejas que la humanidad y el hilo negro, no deja de ser curioso que florecieran en nuestra amada época victoriana. Tal vez porque la mortalidad seguía siendo muy elevada, mientras crecía el escepticismo en torno a la salvación cristiana por culpa de Darwin y El origen de las especies. ¡Descender del mono!, ¿a quién se le ocurre? Como señala el profesor Nick Freeman, el cuento de fantasmas «permitió a los escritores explorar el misterio de la vida después de la muerte sin tener que enzarzarse en la controversia religiosa».

Nos gusta mucho Edwards. Excelente escritora, egiptóloga y una mujer adelantada a su tiempo: vivió con una viuda a la que llevaba 27 años hasta el final de sus días. Su tumba en Bristol es un santuario LGTBI.