MISCELÁNEA

He venido a hablar de mi libro: Mónica Rouanet

El asesino de la novela las mata a ellas por no ser sumisas y a ellos por haberles permitido no serlo

La escritora Mónica Rouanet

La escritora Mónica Rouanet / EPE

Mónica Rouanet

Entre las páginas de mi última novela, Nada importante, se esconde mucho miedo, vergüenza, dolor, verdad y culpa, y no todos estamos dispuestos a asumir estas dos últimas. Y es que tratar de manera directa el tema de la violencia hacia las mujeres acaba metiéndonos en un lodazal del que es imposible salir sin una sola mancha.

Nada importante comienza con una agresión perpetrada en los años 90 por un asesino en serie que decide limpiar la sociedad de aquellos que no cumplen con los cánones sexuales que sitúan a hombres y mujeres como compañeros desiguales de una vida en la que ellas deben dedicarse a atender y servir a los demás, mientras que ellos deben centrarse en sí mismos y, en todo caso, cuidar y proteger a sus mujeres. ¿De quién? De otros hombres, claro está.

El asesino de Nada importante los mata a ambos, a ellas por no ser sumisas y a ellos por haberles permitido no serlo. Pero en este primer "autoencargo", como él los llama, ella, una joven llamada Minerva, tiene la osadía de sobrevivir a un ataque que le deja el cuerpo roto y la mente vacía de recuerdos. Aprovechando esto, y sin que Minerva (y los lectores) sepan quién es, nuestro asesino se cuela de manera sibilina entre su círculo más cercano y la acompaña durante treinta largos años en los que no deja de buscar el momento oportuno para terminar aquello que empezó.

Voces

A lo largo de esas tres décadas, y las más de trescientas páginas que componen esta historia, escuchamos distintas voces provenientes de la sociedad que opinan sobre el papel que debemos ostentar cada uno, según nuestro sexo, dentro de ella, apoyándose en la perspectiva sistémica del contexto social. También somos testigos del machismo cotidiano (palpable en hombres y mujeres) que ha ido envalentonando a algunos y ha justifica sus actos violentos. 

¿Por qué comenzar mi historia en los años 90? Porque en esa década se nos vendió la emancipación de la mujer en diferentes ámbitos, en especial el del mercado laboral. Sí, es cierto, en aquella época muchas mujeres optaron por un puesto de trabajo, lo que les facilitó independencia económica y mayor participación social. De lo que no se hablaba era de la enorme brecha salarial que existía entre ambos sexos ni de la casi imposibilidad con que se encontraban ellas para ocupar puestos de responsabilidad.

Además, se veían obligadas a cumplir con una jornada interminable, ya que al acabar con las obligaciones profesionales tenía que continuar con las de la casa. Tampoco se comentaba el acoso que, en ocasiones, sufrían en su propio hogar y en el centro de trabajo. Este último solía comenzar "como una broma" y que, en muchos casos, acababa convirtiéndose en una persecución, si no en una auténtica cacería. Pero todo eso era considerado por la sociedad como nada importante, y las que lo sufrían aprendieron a hacerlo con discreción para no arruinar su vida personal y laboral. 

Castigo

Todo este empoderamiento había que pagarlo, y la mejor manera consistía en hacer sentir a las mujeres merecedoras de ese castigo: "Tú solita te lo has buscado"; "Eso te ocurre por volver sola y tarde a casa"; "Por llevar ese escote"; "¡Por provocar!". El simple hecho de barajar la posibilidad de que las mujeres agredidas se merecieran esa agresión era una ofensa para todas, incluidas aquellas que más las juzgaban.

Pero los personajes de Nada importante van creciendo hasta llegar a la actualidad y en estos últimos treinta años los vemos posicionarse frente a la agresión sufrida por Minerva y por otros personajes. En este acompañamiento nos surge una pregunta: ¿La sociedad ha avanzado en este sentido tanto como creemos?

Nada importante es una novela negra llena de intriga en la que cabalgamos de una época a otra de la mano de un asesino en serie con la habilidad de arrastrarnos a su terreno y conseguir que, durante un instante, por pequeño que este sea, lleguemos a pensar como él.

Quien esté libre de toda culpa, que arroje la primera piedra.