PERFIL

Alejandro Zambra, el lado femenino

Hay libros y amigos con los que aprendemos a vivir con nuestra parte de noche, como el autor chileno, del que Anagrama está recuperando sus primeras obras

El escritor Alejandro Zambra

El escritor Alejandro Zambra / EPC

Dídac Peyret

Los ojos de Alejandro Zambra miran lejos. Hay en ellos intriga, misterio y definitivamente algunas derrotas. Su expresión se vuelve severa cuando está en punto muerto y afable cuando disfruta de la conversación. Con los años se ha ganado la fama de huidizo y alérgico a las entrevistas, "una trampa, lo contrario a una conversación". También con esta, que primero no fue por el covid pero acabó siendo, porque en sus libros estaban todas las respuestas. ¿De qué tratan? "Para mí, hay dos clases de libros", explica Margarita García Robayo en el epílogo de La vida privada de los árboles. "Esos que puedes contestar tajante la pregunta. Y esos que no. Los del segundo grupo suelen arrojar respuestas torpes hasta asumir que no está en condiciones de darlas, porque trata sobre demasiadas cosas y eso es como decir que trata sobre nada". 

Zambra escoge ese camino y frena en las zonas nebulosas. En la intimidad, en lo privado, en lo que Robayo llama ese lugar que no está hecho de palabras. "¿Cómo representar lo que no llegan a decirse, ese fondo de tímidos reproches, de menudencias, que palpitan mientras hablan?", se pregunta Zambra. Lo llama el lado femenino. "Está actuando como un hombre, pensó ella; llora como lloran los hombres desacostumbrados a llorar". Se apropia de un universo habitualmente retratado por las mujeres y lo hace suyo con un trabajo obsesivo de brevedad y omisión. "Una forma de contar algo sin decirlo todo". 

Los vínculos

Nos remite al Magic Eye, libro 3D de los noventa, donde hay que fijarse bien para ver otra cosa. También a la figura del Bonsái ("escribir es sacar y no agregar"), título de su primer libro. Los vínculos son su gran tema. Empezando por la infancia. "Habla rápido, no tenemos toda la mañana para escucharte", le decían los profesores. Pero él escuchaba más a su abuela, el único adulto que le parecía interesante. La persona que le hacía leer y se salvó de un terremoto.

En Formas de volver a casa conecta la infancia y la vida adulta con la imagen del coche. De niño, atrás, lugar de ensoñación. De adulto, ensimismado contando autos buscando el suyo, buscando lo que fue. "Es abrumador pensar que en los asientos traseros van niños durmiendo y que cada uno recordará, alguna vez, el antiguo auto en que hace años viajaba con sus padres".

Le pido a la escritora chilena Alejandra Costamagna una anécdota con Zambra que explique su forma de ser. Me dice, hola, un gusto saludarte, aquí va mi respuesta: "Le gusta mucho jugar. Y conversar. Y habitar las palabras. Y alejarse de la solemnidad. Tiene un sentido del humor muy vivo. Lo que digo vale para su forma de ser y escribir".

Cierro el e-mail y escribo que Zambra echa de menos Chile pero vive en México. Que en el fondo todos sus relatos hablan de cómo se escribe. Y que hay libros y amigos con los que aprendemos a vivir con nuestra parte de noche como Zambra.