Elena en el país de los testimonios

La tarde del 12 de febrero de 1976, Elena Poniatowska fue testigo del revuelo causado por el puñetazo que Mario Vargas Llosa le dio a Gabriel García Márquez. Mientras el incidente hacía temblar al boom literario, La Poni salió a por un filete para bajarle la hinchazón a su amigo Gabo. "¿Pero qué clase de reportera era? ¡Yo tenía que haberme ido a escribir la crónica!", reflexionaría después la mujer que suele afirmar, con férrea convicción, que le debe todo al periodismo: "Hay quienes piensan que es más prestigioso ser escritor, pero aun así me sigo considerando periodista".

Elena Poniatowska Amor cumple hoy 90 años y le rendirán un homenaje, con mariachis incluidos, en el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana, a donde llegó en 1942 a bordo de un barco de refugiados. Niña francesa con apellido polaco, aprendió a hablar español en la concina y en el cuarto de la azotea de su burguesa casa, el territorio de las sirvientas, y más tarde, gracias a ese "español de sirvientas", logró meterse en el bolsillo a todo México y convertirse en una de las figuras fundamentales del país norteamericano.

Planeaba ser secretaria, pero un amigo de su familia la invitó a hacer entrevistas para Excélsior. Ella aceptó porque pensó que así conocería a fondo su país de acogida. Lo mismo hablaba con el escritor Alfonso Reyes que con la actriz María Félix. Ante su falsa ingenuidad e inocencia, sus interlocutores bajaban la guardia y se confesaban. Una vez le preguntó al director del Instituto Nacional de Nutrición que si uno de los grandes problemas de México era la desnutrición. "–Desgraciadamente sí, Elenita. –¿Y en China? –En China no. –Pero ahí no tienen libertad. –¿Entonces los mexicanos son unos muertos de hambre pero libres? –¡Ay, Elenita!".

La reportera con nombre de bailarina polaca, sin embargo, encontraría la vida "de a de veras" en los mercados, en las cárceles y en los movimientos sociales. Cuando el dos de octubre de 1968 se enteró de la represión militar a las protestas estudiantiles, de inmediato se fue a hablar con los presos políticos. Luego recopiló más testimonios y con todos ellos armó un tapiz coral que tituló La noche de Tlatelolco.

Elena Poniatowska también ha escrito novelas, cuentos, ensayos y biografías, pero lo que siempre la ha hecho reconocible es su literatura de lo inmediato (y su compromiso con la izquierda política). Por su vasta y dispar obra, en 2013 le dieron el Premio Cervantes y ella vino a recibirlo con un traje autóctono de su México mágico, a tono con el barroquismo del púlpito del paraninfo de la Universidad de Alcalá, y al encaramarse en lo más alto de las letras hispanas se definió como una cronista andariega. Porque "esa la ventaja que tiene ser tan chaparrita: que la gente me ve y me cuenta todo".