HE VENIDO A HABLAR DE MI LIBRO

Los Leguineche y el regreso de los zares

Manuel Hidalgo desvela cuál fue el origen y qué pueden encontrar los lectores en su nuevo libro, un guión escrito a ocho manos con tres grandes del cine español con la idea de prolongar la 'trilogía nacional' de Berlanga.

Luis Escobar y José Luis López Vázquez en 'Nacional III', tercera parte de la 'trilogía nacional' de Luis G. Berlanga.

Luis Escobar y José Luis López Vázquez en 'Nacional III', tercera parte de la 'trilogía nacional' de Luis G. Berlanga.

Manuel Hidalgo

En el cine italiano, en los años 40-60, era frecuente que cuatro guionistas compartieran la autoría de un guion. Escribían simultánea o sucesivamente por mero afán de perfección, o para salir de un atasco creativo, o por causa de alguna incidencia entre los iniciadores del libreto. Nada menos que Luces de variedades (1950), La Dolce Vita (1960) y 8 y medio (1963) fueron escritas por su director, Federico Fellini, y por otros tres guionistas. El cine de Fellini, por cierto, tiene mucho que ver con el de Berlanga. Fueron amigos y compartieron a un guionista, Ennio Flaiano (Calabuch, El verdugo).

Viene esto a cuento porque mi libro, el guion de ¡Viva Rusia! (Pepitas de Calabaza), también fue escrito a ocho manos, que tampoco son tantas. Empezaron Rafael Azcona y Luis G. Berlanga. Azcona, después de sentar las bases, renunció a seguir tras la muerte de Luis Escobar, que iba a ser el protagonista. Berlanga abordó las reformas con su hijo Jorge y, finalmente, yo hice en solitario la última versión, despachando más tarde con el director en el Hotel Suecia.

El escritor Manuel Hidalgo.

El escritor Manuel Hidalgo. /

En el prólogo doy noticia del proceso creativo y me asomo a las razones y sinrazones que malograron ¡Viva Rusia! cuando su rodaje ya estaba en fase de preparación.

Iba a ser la película que, en 1992, prolongara la trilogía compuesta por La escopeta nacional (1978), Patrimonio nacional (1980) y Nacional III (1982), es decir, una nueva entrega de las disparatadas peripecias de los Leguineche, esa familia aristocrática venida a nada, que seguía dedicada a los negocios fules y a las trapisondas sin abandonar sus escarceos lujuriosos.

Berlanga quería completar su crónica del posfranquismo y la Transición abordando las oportunidades para las corruptelas de los fastos del 92, de la nueva clase dirigente durante el felipismo y, especialmente, del paso por España de unos presuntos y dislocados sucesores de los Romanov que se disponen a reconquistar el trono del zar, aprovechando la desintegración de la URSS. De aquí, el título, ¡Viva Rusia!, puesto por mí en sustitución del inicial Nacional IV.

¡Viva Rusia! sigue al cien por cien las coordenadas de la comedia berlanguiana, o sea, el precipitado de una tradición humorística que viene de la picaresca, el sainete, el esperpento, el astracán, el codornicismo y la comedia neorrealista italiana.

Los conocedores, admiradores y estudiosos de la llamada Trilogía Nacional van a divertirse lo suyo con el guion de ¡Viva Rusia!, poniendo cara, voz y gesto a los principales personajes; a los Leguineche, a su servidumbre y a sus compinches: vuelve a entrar en faena Jaume Canivell, el catalán de los porteros automáticos de La escopeta nacional. Al lector puesto en antecedentes, la lectura de ¡Viva Rusia! casi -casi- le supondrá algo parecido a poder ver -visualizar- la película que nunca se rodó.

Aprovecho la ocasión para reivindicar que, digan lo que digan, la lectura de un guion puede ser de por sí una experiencia autónoma, satisfactoria y, amén de cinematográfica, literaria. Los textos teatrales -escritos por Shakespeare o por quien sea- sólo contienen, al fin y al cabo, junto al decisivo contingente de los diálogos, acotaciones sobre los escenarios, los personajes y la acción. O sea, como un guion.

Si hemos leído con gusto -o podemos leerlas- infinidad de piezas teatrales, consideradas como Literatura Dramática, no veo por qué no habíamos de leer con idéntico gusto guiones de cine que, siendo la base de las películas -como el texto teatral lo es del montaje escénico-, son, desde luego, una de las múltiples formas de la creación literaria. Debería haber un Premio Nacional de Literatura Cinematográfica -o algo así- como lo hay de Literatura Dramática.

Pero yo he venido aquí a hablar de mi libro -¡estupendo título de sección!-, como Francisco Umbral dijo en aquella gloriosa actuación televisiva, solo que, esta vez, me corresponden dos manos de las ocho que lo firman. En realidad, y bien mirado, todo libro y todo guion están escritos por decenas de manos, como poco por la infinidad de manos de los escritores cuyas obras han dejado un poso en sus autores.

'¡Viva Rusia!'

Autores: Luis García Berlanga, Rafael Azcona , Jorge Berlanga, Manuel Hidalgo

Editorial: Pepitas de calabaza

160 páginas. 17,00 euros