ENTREVISTA

Petros Márkaris: "Empiezo a escribir partiendo de algo que me enfade muchísimo"

El escritor griego, de visita en Madrid, acaba de publicar su último libro de relatos, 'Cuarentena' (Tusquets).

Petros Markaris para entrevista de Juan Cruz. FOTO JOSÉ LUIS ROCA

Petros Markaris para entrevista de Juan Cruz. FOTO JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Petros Márkaris (Estambul, 1937) coincide perfectamente con la definición que hizo de un hombre feliz su colega Ernest Hemingway: “Conoció la angustia y el dolor, pero nunca estuvo triste una mañana”. Y así, alegre y confiado, este hombre que vivió guerras y dictaduras en Grecia, su patria definitiva, y tuvo una niñez inmejorable en una isla que añora, Jalki, en Turquía, se asoma al aire de Madrid como si aquí fuera a encontrar también ese estímulo que producen las calles de Platón. Ahora ha publicado una serie de relatos que coinciden con el miedo universal al coronavirus, Cuarentena (Tusquets), cuyo primer episodio presenta a su personaje ya legendario, el detective Jaritos, investigando el asesinato de una presentadora de televisión a la vez que, en el confinamiento, su mujer hace un jersey para el nieto que ahora domina la escena en la que se mueve el abuelo. El último texto del libro recuerda su tiempo feliz en Jalki. Y da envidia.  

¿Usted tiene nietos?

No, yo no tengo nietos. Mi hija ni siquiera está casada. Y yo ya no tengo la esperanza de convertirme en abuelo, porque no la veo muy ilusionada con el matrimonio.

Pero sí que está ella muy ilusionada con el cine.

Así es. Es cierto.

 Y usted también.

Bueno, yo trabajé como coguionista en muchas películas, alrededor de 10. También desarrollé una amistad personal con el cine y ahora, el siete de junio, voy a Estambul porque mi hija está preparando un festival de cine griego, con películas de 1960 a los años 80. A mí me han pedido que presente una película de Angelopoulos y por eso iré. 

 ¿Cuál es la influencia del cine en su mente o en sus libros?

Angelopoulos se enfadaba conmigo y me decía: ‘somos amigos desde hace años, hemos colaborado en los guiones de muchas películas mías y no has aprendido nada de mí.’ Y yo solía decirle: ‘bueno, es que estaba muy ocupado corrigiendo tus guiones. Por eso’. Y ese es siempre el chiste entre nosotros. Pero la última vez que estuvimos juntos, en Venecia, surgió otra vez el chiste y yo reflexioné: ‘no es cierto.’ Porque, si te fijas en algunos episodios de mis novelas, no son episodios en el sentido estrictamente literario, sino que son planos secuencia. Y la técnica del plano secuencia la aprendí de Angelopoulos.

 Y en la secuencia de la escritura, ¿eso también funciona?

Al principio veo la escena. Todo en la novela tiene que contar una historia muy concreta para cada episodio. Lo que está pasando en cada capítulo es una historia que empieza y termina.

En la novela, lo que está pasando en cada capítulo es una historia que empieza y termina

 Y antes de escribir, ¿cómo sabe que ya tiene una historia?

Hay dos comienzos diferentes. Uno de ellos es que tengo que empezar con algo de política o de economía, algo que me enfade muchísimo, y entonces sé que tengo que contar una historia para calmarme. Y el segundo comienzo es que tengo una idea o una historia general en mi mente, de la que no conozco los detalles, y avanzo y voy descubriendo detalles de un capítulo a otro. Esto ocurre porque yo no soy el narrador, es Jaritos. Así voy descubriendo la continuación de la historia.

En esta historia en concreto, enseguida nos mete en materia. Por el covid. Y al empezar el libro enseguida compartimos la realidad de los personajes.

Sí, porque lo que yo creo que nos conecta es que hemos atravesado la misma situación, en las mismas condiciones. Por eso el tema es tan familiar para todo el mundo. Si el lector no tuviera la misma experiencia, no lo entendería como lo entiendo yo. Lo que intenté hacer en la primera historia es meterle algo de ironía, un tipo de humor que hiciera reír. Porque siempre tuve la sensación de que deberíamos darnos un respiro y para mí el humor es darnos un respiro.

 En ese primer capítulo, el humor entra en una circunstancia muy especial: cuando se estaba muriendo mucha gente.

Sí. ¿Sabes lo que es interesante? Si eres una pareja en la que hay un hombre que trabaja, en lo que sea, y la mujer es ama de casa y cuida de su familia, el tiempo que pasan juntos es desde que él termina de trabajar hasta que se van a dormir. Como esto se convierte en una rutina, ellos están satisfechos así. Pero cuando desde la mañana hasta la noche están juntos, todo se complica para los dos. Y yo intento explicar esa situación a través del humor y de la ironía.

 Esa ironía está en esa imagen en la que ella teje un jersey y Jaritos investiga un asesinato.

Sí, así es. Pero él es incapaz de lidiar con la tecnología y a ella se le da mucho mejor. Por eso Jaritos dice: ‘bueno, ella consiguió completar lo que había empezado y yo todavía no arresto al asesino. Estamos los dos en casa y ella es más capaz en lo suyo que yo en lo mío’. Jajajajaja.

Para mí el humor es darnos un respiro

En algún momento del confinamiento, ¿se sintió parte de las personas que temieron por sus vidas?

Para mí la salvación fue que, por suerte, tenía ideas para escribir. Así que, aun en condiciones de confinamiento total, yo trabajaba cada día. Trabajaba desde las 10 hasta las dos y de cuatro y media a siete y media. Siempre. Nunca dejé de trabajar y esa fue mi salvación. La parte complicada para mí eran las noches, porque yo estaba acostumbrado a salir, tomar una copa de vino con mis amigos, charlar con ellos sobre política, literatura… Y no podía hacer eso. Y pasar las tardes-noches solo en casa, leyendo libros o viendo Netflix, no era igual.

Le entrevisté hace más de un año y el nieto de Jaritos ya había nacido. Aquí se hace muy protagonista porque necesita ropa, cuidados, etcétera. Crece dentro de una familia… y de una novela.

Cuando la siguiente novela aparezca en español, verás que este nieto no lo pasa bien. Sufre porque el padre y la madre están bajo mucho estrés y la situación en casa no es tranquila ni agradable. El padre es médico y está muy estresado por el covid. La madre es abogada y todas las sedes judiciales están cerradas y ella se desespera porque no puede trabajar. Esta tensión entre ellos tiene un efecto sobre el niño. El niño está enfadado, la abuela intenta calmarlo pero no lo logra… Esto sucede en muchas familias. Aquí en España también.

Leyendo sus libros, da la impresión de estar entrando en su casa. ¿Cómo ha logrado trasladar esa impresión al lector?

Es porque constantemente vivo con esta familia, sobre todo con Jaritos y su mujer. Una mujer, por cierto, que es igualita que mi madre. Si conoces a la mujer de Jaritos, conoces a mi madre. Incluso cuando no escribo sigo viviendo con ellos. Así que cuando lees la novela ves mi relación personal con esa pareja.

Pero no lo relaciono con asesinos. Usted es el bueno.

Sí, puede que yo sea el bueno. Es como si yo fuese el amigo izquierdista de Jaritos.

Su libro habla de grandes problemas de este tiempo. La sanidad. La guerra.

En el libro se habla de covid pero no de la guerra. Lo que yo veo hoy es que hemos vivido durante 77 años en Europa con la creencia de que estábamos liberados de la guerra. Ahora nos estamos despertando de un bonito sueño y… es una pesadilla: tenemos una guerra muy brutal. Además, ahora los precios están subiendo cada vez más. Ocurre aquí en España, yo lo veo en Grecia, incluso en Alemania. Así que apoyamos a los ucranianos pero estamos pagando un precio. Un precio lo pagan las personas, no los gobiernos. 

 Usted era un niño en la segunda guerra mundial, tan cruel para todos, y especialmente para Grecia.

Sí. Es que eso nunca me ha abandonado. Quiero mostrar a la gente que no descubrimos la soledad y el asilamiento con la pandemia. Es algo que nos ha acompañado siempre. Yo crecí con eso y no fue fácil. Creo que ahí está el origen de por qué me encantan las ciudades, sobre todo el centro. Por eso yo vivo en el centro de Atenas. Y sé que eso viene de un trauma de mi infancia que empeoró en mi adolescencia, en el instituto, cuando tenía que coger un barco para ir y luego para volver a mi isla. Yo no podía salir con mis compañeros de clase, ir a tomar algo, divertirme… Yo tenía que coger mi barco, solo, siempre solo. Y eso para mí fue un golpe duro. Viví con eso hasta los dos últimos años del instituto, cuando mi padre pudo permitirse alquilar una casa en la ciudad.

 El poeta y editor alemán, amigo suyo, Michael Krüger, tiene un verso que dice: “A veces mi infancia me envía una postal.” ¿Qué postal le envía su infancia?

Una que dice: ‘después de todo, conseguiste sobrevivir y hacer lo que querías hacer.’ Yo quería ser lo que soy y lo he conseguido. Por eso el aislamiento no me afectó.

 Menciona la soledad. Albert Camus decía que el gran tema de su tiempo era el suicidio. ¿Cree que hoy la soledad es otra vez el gran tema?

Sí, pero hay un problema con la realidad de hoy: puedes hablar y ver a gente con tu teléfono móvil, pero eso no genera relaciones cercanas. Pensamos que porque tenemos redes sociales estamos comunicándonos, relacionándonos y… eso no es la amistad.

¿Qué circunstancias le hacen sentirse solo?

Hoy en día no me siento solo. Me siento feliz de estar involucrado dentro de una historia, tengo una hija que vive cerca de mí y nos vemos día sí y día no. No estoy solo.

Hay la creencia de que Atenas tiene la capacidad de transmitir felicidad.

Atenas es una ciudad muy contradictoria. Te despiertas, ves el sol, la calle donde vives y tu vecindario y dices: ‘¡soy feliz!’. Entonces sales rumbo al trabajo, llegas a la parada del autobús y… ¡el autobús tarda media hora! Y empiezas a gritar: ‘¡vaya mierda de ciudad es esta!’. Esa es la contradicción. Pero un turista no percibe esa parte. Percibe el sol, el ambiente de las terrazas, ese ambiente que ayuda a no sentirse solo.

 ¿Qué hay en su memoria de los tiempos de la dictadura?

Yo crecí en Estambul y desde el día en que nací había una dictadura. Había censura, muchos escritores estaban en prisión y… yo me acuerdo de todo eso, claro. Recuerdo a los hijos de los escritores que contaban cómo sus padres habían sobrevivido, son historias muy interesantes. Yo… yo no tengo una experiencia sobre la Guerra Civil. Llegué a Grecia en el 64 cuando ya había terminado. Esto tenía una parte positiva: yo no fui parte del odio entre la derecha y la izquierda. Yo no odiaba ni a unos ni a otros. Era de izquierda, pero no odiaba a los otros.