Memoria Histórica

Fosas del franquismo: la discreta ayuda vikinga

Electricistas noruegos ayudan en la exhumación de fusilados desde que, en 2014, el Gobierno Rajoy cortó las subvenciones

El sindicalista noruego Henning Solhaug coloca una flor en una fosa comùn excavada por activistas de la Memoria Histórica.

El sindicalista noruego Henning Solhaug coloca una flor en una fosa comùn excavada por activistas de la Memoria Histórica. / ARMH

Quizá el punto europeo más alejado de España al que llega el eco de la nueva Ley de Memoria Democrática es el fiordo noruego de Narvik. En un viejo cementerio militar, cerca ya del extremo norte del país, yace una veintena de republicanos españoles con otros 100 aliados muertos en un intento de desembarco contra la Alemania nazi, en el arranque de la II Guerra Mundial. Esos son los que tienen nombre y lápida, alistados en la Legión Extranjera francesa a su salida de los campos de concentración de Argèles, Le Boulou, Prats…. En el fondo del mar, y en fosas comunes adyacentes, hay otros 800 españoles desaparecidos entre los franceses, polacos y británicos que perdieron la vida a cañonazos.

Quizá la impronta de ese sacrificio español -que forma parte de la memoria histórica de aquel país y de la desmemoria de este- aporte explicación para un discreto goteo de dinero desde los bolsillos de miles de electricistas noruegos a la cuenta de gastos de excavación de familias españolas que buscan a sus parientes fusilados por el franquismo.

Desde hace ocho años, cuestaciones del ElOgIT Forbundet (Sindicato de Trabajadores de la Electricidad y las Tecnologías de la Información) ayudan en las exhumaciones en España. Es una colaboración que comenzó en plena crisis financiera, cuando el gobierno Rajoy cerró el grifo de las subvenciones a proyectos de memoria histórica.

“También tenemos fosas comunes”

“Nosotros también fuimos un país fascista”, dice Henning Solhaug, mecánico de ascensores retirado, recordando al gobierno pronazi de Quisling en la Noruega ocupada. “También tenemos fosas comunes, las de los esclavos de la URSS y de Yugoslavia que el nazismo mató y enterró en islas dispersas -añade-. Y también tuvimos una guerrilla, que luchó por la democracia en Noruega con líderes que habían peleado antes en la guerra de España…”.

El sindicalista noruego Henning Solhaug con Camilo de Dios, que halló a su hermano en una fosa de la postguerra en Ávila.

El sindicalista noruego Henning Solhaug con Camilo de Dios, que halló a su hermano en una fosa de la postguerra en Ávila. / ÁLBUM PERSONAL DE HENNING SOLHAUG

Solhaug, de 70 años, es secretario político de una central con 39.000 afiliados. Anda preparando un viaje a España para finales de septiembre. Una delegación de su sindicato se verá con dirigentes de UGT y CCOO, intelectuales en Madrid y Valencia, activistas de la Agrupación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) y el secretario de Estado de Memoria, Fernando Martínez. La delegación noruega quiere visitar el paredón y el cementerio de Paterna (Valencia), donde fueron tiroteadas más de 2.000 personas tras la Guerra Civil, y los lugares del II Congreso Internacional de Escritores para Defensa de la Cultura, del verano de 1937. 

No será su primer viaje a España. De hecho, esta cadena de solidaridad comenzó con un primer viaje de la ejecutiva del sindicato, en 2013. “Queríamos entender por qué golpeó tanto la crisis financiera a España –explica hoy Solhaug-. Creo que la intensidad con que pegó la crisis no es algo aislado en el tiempo, que hay que estudiarlo remontándose a 1930, que tiene que ver con la estructura y la economía que dejó en España una dictadura de 40 años”.

En aquella gira, en contactos con gentes de Comisiones Obreras, UGT, Izquierda Unida y la ARMH supieron los nórdicos por primera vez del enorme número de desaparecidos en las cunetas de este país. “Antes no sabíamos nada, y nos impactó muy fuerte. Cuando volvimos, íbamos pensando cómo devolver tanta amabilidad que habíamos recibido en España -relata el noruego-, y decidimos ayudar a los familiares de los desaparecidos”.

“En 22 años hemos tenido cientos de voluntarios de más de veinte nacionalidades, gente que ha venido hacer y apoyar lo que no hace el Estado –comenta Emilio Silva, fundador y coordinador de la ARMH-. Es un enorme ejemplo de solidaridad y una expresión de que la lucha por los derechos humanos no debe tener fronteras”.

Silva recuerda que no todo fue ayuda europea en los años de la dictadura: “También está presente el abandono que sufrieron millones de personas en España durante la dictadura. Muchos países miraron para otro lado y normalizaron el franquismo mientras la falta de libertades, las torturas y las detenciones ilegales formaban parte de la agenda diaria del franquismo”.

Miedo aún vivo

Hay en la biografía de Solhaug varios encuentros con la tragedia española. En los años 70, fue uno de los manifestantes veinteañeros que en Oslo salían a la calle para protestar por el proceso 1.001, un juicio y condena a toda la dirección de CCOO. Su experiencia española pasa también por contactos con el histórico Marcelino Camacho. “Era un hombre pequeño, seco, con una fuerza increíble”, recuerda.

La gente, al borde de la fosa común, te dice: “Mi abuelo no hizo nada”, “mi padre no hizo nada”… como si no hubieran luchado contra el fascismo. Es el miedo todavía vivo", cree Solhaug.

En 2016, cuando visitó la excavación de una fosa común en el cementerio de Guadalajara, en obras para las que había ayudado su sindicato, amigos españoles le llevaron de excursión por los escenarios de la batalla del Jarama. “¿Ves aquel cerro? –le dijeron-. Pues ahí pelearon los noruegos de las Brigadas Internacionales”.

En otro viaje pasó por el Valle de los Caídos. “Toda aquella arquitectura, ese monumento surrealista, me impactó muy fuerte”, relata.

Pero ha sido asistiendo a los trabajos de exhumación que este noruego ha recibido su mayor golpe, y no tanto por los esqueletos: le impactan más los vivos. “Mi impresión más fuerte en las fosas comunes españolas es el silencio de los familiares que buscan a sus seres queridos, la humildad con que te dicen: “Mi abuelo no hizo nada”, “mi padre no hizo nada”… como si no hubieran luchado contra el fascismo. Es el miedo todavía vivo lo que les impide decir con orgullo: “A mi abuelo lo mataron por luchar por la democracia”.

Excavación en una fosa común de Guadalajara en 2016, una de las búsquedas que han contado con ayuda de los electricistas noruegos.

Excavación en una fosa común de Guadalajara en 2016, una de las búsquedas que han contado con ayuda de los electricistas noruegos. / ÓSCAR RODRÍGUEZ

El sindicato de electricistas ha hecho cuestaciones promovidas por líderes y filiales regionales. En 2014 ayudaron con 6.000 euros a la búsqueda de los restos del guerrillero gallego Perfecto de Dios, fusilado en 1950 y enterrado en Chaherrero (Ávila), y desde entonces han apoyado excavaciones en Cádiz, Guadalajara, Lugo, León… Son ya 70.000 euros que han salido de la caja solidaria de un sindicato que se financia con las aportaciones del 1,5% de los salarios de sus socios. En Noruega un electricista no cobra mal: una media de 60.000 euros al año.

“Hasta ahora no hemos sufragado proyectos concretos, sino a la ARMH –explica Solhaug-, confiando en ellos y en que conducen nuestra ayuda para buscar víctimas desaparecidas y ayudar a sus familiares. No sé aún cómo vamos a trabajar en el futuro ; depende de cómo funcione la nueva ley de Memoria Democrática”.

Matías Alonso, coordinador de la Agrupación para la Recuperación de la Memoria Histórica de la Comunitat Valenciana, espera en septiembre a verse con la delegación noruega. Tiene mucho que enseñarles. “Es todo un ejemplo de solidaridad internacional que aún recuerda aquella ola de simpatía por los trabajadores que defendían la legalidad republicana –dice-. Hoy, la ayuda de estos compañeros puede ser crucial porque aún hay casos en que la maldita liturgia de las subvenciones deja a familias sin la cantidad suficiente para iniciar los trabajos de exhumación. La aportación de los trabajadores noruegos habría evitado alguna renuncia por esos motivos. Todo un ejemplo de compromiso solidario desde lejanas tierras que debería sonrojar a los ‘equidistantes’ de aquí”.

El padre de Henning Solhaug combatió en Narvik, y en el otoño de 1944 su familia sufrió la deportación obligada por el ejército alemán. “Para nosotros es importante la solidaridad –explica- y ayudar ahora a las familias de aquellos asesinados en España, los primeros europeos en combatir contra Hitler y Mussolini. Ha pasado tiempo, pero hay que entender qué es el fascismo, y que no solo es el pasado: hoy es un peligro del presente”.